viernes, diciembre 12, 2008

Los amigos de Werner Guttentag




El joven Guttentag, en el balcón de su primera casa en Cochabamba, trabajando con la máquina de escribir que trajo al huir de la Alemania nazi.
Texto | Wilson García Mérida

Fotos | Archivo Iconográfico Datos & Análisis

TESTIMONIO | Es un cochabambino venido de Alemania. Nació hace 86 años en una ciudad polonizada tras el holocausto nazi, de donde huyó adolescente 67 años atrás, que es el tiempo que vive en Bolivia. Werner Guttentag, don Werner, es el símbolo viviente de la pujanza de una generación marcada por las guerras y predestinada a cumplir la tarea de universalizar la cultura nacional con la fuerza de sus convicciones

El estallido de la Segunda Guerra Mundial —tiempos de holocausto— desató un éxodo judío por doquier. Teniendo a Hitler en casa, los judíos alemanes eran los primeros en huir de la persecución nazi buscando refugio en tierras americanas. Los sionistas se iban a Israel. Fue así que Bolivia recibió una tercera generación de migrantes alemanes, diferente a aquellas que arribaron al país a mediados del siglo XIX inicialmente, y luego en las primeras décadas del siglo XX como efecto de la Primera Guerra Mundial.

El joven Werner Guttentag venía a Bolivia después de un angustioso periplo entre Checoslovaquia y Holanda, a donde salió de su natal Breslau. A sus 15 años, tras el estallido de la guerra, su padre fue encerrado en un campo de concentración y el muchacho huyó a Praga en compañía de su tocayo y amigo de infancia Werner Jany. “Pero éramos muy jóvenes para ser considerados refugiados políticos y como además no conseguíamos trabajo tuvimos que volver a Alemania”, recuerda. “Entonces vi la forma de salir a Holanda donde se daba refugio y educación a jóvenes judíos, en un internado donde se aprendían todos los oficios; y ahí fui… Mi madre y mi padre consiguieron una visa para venirse Bolivia en 1938, mi padre había logrado salir del campo de concentración; pero yo me quedé todavía un año en el internado holandés donde estaba aprendiendo a ser mecánico. Ellos salieron de Alemania por Francia. Mi madre vino a despedirse de mí en Holanda y me dijo que me esperaría en el centro de Bolivia, mostrándome a Cochabamba en un mapa”.

VOLVIENDO A NACER

La madre de Werner movió cielo y tierra para la conseguir la visa que le faltaba al hijo. Y entonces el joven Guttentag pudo viajar hacia su boliviana libertad en 1939. Fue un momento que nunca olvida:

“Gracias a la visa que consiguieron mis padres, tuve la suerte de ser uno de los pocos jóvenes que pudieron salir de Europa justo a tiempo, viajando en un pequeño barco alquilado para los refugiados que me llevó de Holanda a España y de ahí zarpamos en un trasatlántico italiano hasta el puerto de Arica, de donde partí en tren hasta la estación de Viacha, donde mi padre Erich me estaba esperando. De Viacha nos vinimos directamente a Cochabamba y no conocí la ciudad de La Paz sino algunos años después”.

Llegaba Werner trayendo como único equipaje su máquina de escribir, un libro de Dostoiewski y su bicicleta. “La cincuentona bicicleta que hoy, con orgullo, aún maneja algunos domingos o cuando hay paros y elecciones”, testimoniaron sus hijas Carola e Ingrid en 1995, cuando se celebraron las Bodas de Oro de Los Amigos del Libro.

La primera impresión que Werner Guttentag recibe al pisar las calles de Cochabamba es la tristeza del luto. En esta ciudad todavía se respiran los aires de la Guerra del Chaco, que cesó en el 36. La mayoría de los cochabambinos vestían de negro, uniformados por la pena de los muertos que siguen muriendo:

“Me impresionó mucho que casi todas las personas llevaban luto. Al principio no lo podía entender, hasta que me enteré que eran costumbres del país y era un estado de ánimo por la etapa terrible que se pasaba por la Guerra del Chaco”.

A pesar del luto, huyendo de la muerte desde un país convertido en reino del holocausto, desde un continente convertido en campo de concentración, Werner Guttentag halló en Cochabamba un lugar para volver a nacer, para seguir soñando y para realizar aquellos sueños todavía juveniles. Su padre le había conseguido un trabajo como ayudante en la Joyería “Vienesa” del austriaco Philip Weiss; pero su sueño era tener una librería propia:

“Cuando llegué a Cochabamba en 1939, la vez que paseaba por primera vez por la plaza 14 de Septiembre acompañando a mi padre, recuerdo haber expresado mi deseo de tener allí una librería. Era un sueño tan inalcanzable en ese momento, como aquel del hombre de viajar a la luna… Y ambos se realizaron”.

Pero la lucha de Guttentag por abrir una editorial no dejó de ser una lucha política por la libertad y la democracia.

PINTANDO PAREDES

Al comenzar los años 40, la Segunda Guerra Mundial ha tomado un carácter intercontinental y se instala en Bolivia generando una crisis interna. Es cuando algunos inmigrantes alemanes más antiguos adoptan la línea nazi y pretenden hacer sentir su presencia ante sus coterráneos judíos; aunque con poca contundencia afortunadamente:

“En efecto, habían en Cochabamba algunos alemanes nazis que intentaron utilizar sus influencias políticas entre las autoridades bolivianas, para reprimir y coartar las libertades de los inmigrantes judíos —alemanes y austriacos— entre los cuales, además de mi familia, recuerdo a Enrique Happ, a los Jacobowitz, a los Weiss, a Eva Marcus y a Matien Vieski. No eran muchos, sin embargo, los alemanes que asumían su militancia nazi en Cochabamba. Aquellos que lo hacían eran ciertamente fanáticos e intolerantes. Pero recuerdo también que los residentes alemanes más antiguos, que llegaron a Cochabamba en el siglo XIX, eran personas muy respetuosas del prójimo y se solidarizaban con el pueblo judío que estaba sufriendo el holocausto nazi”.

Guttentag no olvida la persecución que enfrentaba cuando la Policía lo sorprendía colocando afiches y pintando paredes en las calles de la ciudad, con consignas antifascistas. Recuerda con cariño a un judío austriaco, Matien Vieski, quien se encargaba de difundir un periódico de combate que circuló en Cochabamba denunciando a Hitler. Werner admite haber sido algo así como un “partisano cochabambino”:

“En mi posición de joven antifascista, lógicamente busqué antifascistas bolivianos para tratar de colaborar en la lucha contra el fascismo alemán e italiano… La mayoría de esas personas que pertenecían a los partidos de izquierda de aquella época, han desaparecido. También mi contacto era con los artesanos y sus familiares que trabajaban, como yo, en un taller de joyería, siendo la mayoría oriundos de Punata”.

Todavía con el oficio de orfebre a cuestas, Werner Guttentag va a Oruro y decide ejercer su forzada profesión de mecánico trabajando en las minas de Hochschild:

“Fue en Oruro donde, en 1944, en conversaciones con la esposa de un médico que trabajaba en las minas, la señora Edith Lublin, se crearon las bases de lo que sería ‘Los Amigos del Libro’. Ella aportaba con un capital pero la sociedad no se consolidó porque su esposo fue transferido a La Paz; así que quedé yo sólo. La primera tienda funcionó en la calle San Martín y luego nos trasladamos a la calle Perú (hoy avenida Heroínas, nr)”.

JESÚS LARA, EL SOCIO IDEAL

Guttentag bautizó inicialmente su negocio como “Librería Canata”, dedicándose a vender libros en idioma alemán para la colonia de su país en Cochabamba, y terminó creando la más importante empresa editorial de Bolivia, “Los Amigos del Libro”, en 1945, que lanzó su primer producto reimprimiendo la novela “Surumi” de Jesús Lara, otro punateño, al igual que los orfebres de la Joyería “Vienesa”. De hecho, Jesús Lara era también un artesano que financió la primera edición de su celebrada novela fabricando, como carpintero, cajas de cerveza por encargo de la empresa “Taquiña”.

Para la imprimir la segunda edición de “Surumi”, que era el primer desafío editorial de “Los Amigos del Libro”, Guttentag buscó a los dueños de la Imprenta “América”, Julio A. Galindo, y Alberto Jordán. Aquel era entonces el taller gráfico más avanzado de la ciudad que contaba con tecnología offset, traída a Cochabamba por primera vez en 1929 por otro alemán, el litógrafo Otto Wundich.

La obra de Jesús Lara es fundadora de “Los Amigos del Libro”. El escritor se asoció con el editor para financiar la publicación de la novela y el riesgo valió la pena; el libro se vendió hasta agotarse. Lara le dio vida al proyecto de Werner Guttentag, y él lo reconoce con su testimonio:

“A don Jesús Lara lo conocí en la librería, mas no recuerdo la fecha exacta. Solamente quiero decir que sin su decidida ayuda nunca habría podido hacer la impresión de nuestro primer libro, y aquel fue el paso decisivo para toda la obra editorial mía”.

Fue así como se iban entramando los lazos de solidaridad en la conciencia y en los actos de una generación golpeada por las indeseadas guerras.

UN PATRICIO COCHABAMBINO

Hay un orgullo muy humano en la mirada de este ilustre cochabambino nacido en Alemania. La voz suave de su conversación, la palabra precisa de su diálogo, expresa con sutil contundencia una visión honesta de la vida.

Werner Guttentag Tichauer nació hace 86 años en Breslau, Alemania, una ciudad que pasó a Polonia después de la Segunda Guerra Mundial bajo su nombre actual de Wroclaw. Vive en Cochabamba hace 67 años, es decir que toda su existencia más prolífica ha transcurrido en esta ciudad boliviana; su obra y su familia tienen un sólido arraigo cochabambino.

No es en vano que el Estado boliviano le ha conferido el Cóndor de Los Andes, la máxima condecoración que se otorga a los ciudadanos que engrandecen este país con su pensamiento y sus actos. Se ha impreso en su honor una estampilla postal, como un homenaje filatélico a los 35 años de su Bio Bibliografía Boliviana, aquella tarea que se impuso anualmente, más que como un catálogo de absolutamente toda la producción bibliográfica boliviana, como una bitácora exacta de las letras nacionales.

Junto al gran aporte que fue Los Amigos del Libro en el momento que más se lo precisaba —contribuyendo a poner la luz de los conocimientos en el horizonte de la revolución nacional iniciada en 1952 y apoyando al pensamiento democrático en la resistencia contra las dictaduras de Barrientos, Banzer y García Meza—, Werner Guttentag promovió entre los bolivianos el gusto por la lectura y apostó por los escritores bolivianos instituyendo el único y más sólido estímulo que se conoce en la historia de la Literatura boliviana como fue el Premio Nacional de Novela Erich Guttentag, en homenaje a su padre y mentor, aquel quien lo salvó de los campos de concentración nazis.

Es demasiado, mucho, el sacrificio personal y familiar que se ha volcado en el aporte cultural que Cochabamba y Bolivia recibieron de las manos laboriosas de Werner.


Fuente : (El periodico Los Tiempos,Domingo, 30 de julio de 2006)
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