sábado, enero 31, 2009

El viento de la cordillera - Un thriller de los 80,una novela de Alison Spedding





Estamos en Bolivia en 1984, en pleno caos de la hiperinflación y el auge del narcotráfico. Narciso, un joven paceño, se ve obligado a abandonar la ciudad de La Paz para evitar un ajuste de cuentas. Llega por casualidad a la casa de doña Satuka Mamani, en los Yungas, donde a primera vista no hay más que el trabajo agrícola y una economía que ha regresado al trueque. Así parece, hasta que un día su compañero Segundino lo lleva al monte…

viernes, enero 30, 2009

EL POPULISMO Y LA TENTACIÓN DEL TOTALITARISMO

H. C. F. Mansilla


EL POPULISMO Y LA TENTACIÓN DEL TOTALITARISMO

LA CULTURA POLÍTICA EN BOLIVIA Y LA PRAXIS DEL ESTADO DE DERECHO





Preliminares

Al igual que en una parte considerable de América Latina, una cultura de la legalidad de corte moderno, racional y previsible es todavía hoy una asignatura pendiente en Bolivia. Lo mismo puede decirse de la prevalencia del Estado de derecho. No hay duda de los progresos registrados desde la restauración de la democracia en 1982, pero todavía carecemos de una cultura política democrática y pluralista que se haya consolidado seriamente en todos los estratos sociales y ámbitos geográficos del país. Desde las primeras encuestas de alta representatividad (1999) sobre estos temas, la evidencia empírica ha mostrado la coexistencia de nuevas orientaciones democráticas junto con viejas normativas autoritarias: las mismas personas que apoyan la democracia persisten en practicar valores autoritarios, y viven así "entre dos mundos". De este modo la comprobación empírica ha confirmado las intuiciones de historiadores, ensayistas y escritores acerca de un sustrato intolerante, autoritario, colectivista y centralista que obviamente no pertenece a la esencia de la identidad nacional - es dudoso que tal cosa metafísica realmente exista -, pero que influye desde larga data sobre el quehacer político de la nación.

La cultura de la legalidad y el Estado de derecho no han adquirido una carta segura de ciudadanía y siguen sometidos en gran escala a consideraciones de oportunidad y a los vaivenes del poder político. En el caso específico de la cultura de la legalidad se puede adelantar la hipótesis de que las prácticas cotidianas de una buena parte de la población boliviana y de las instancias gubernamentales prosiguen pautas culturales de carácter premoderno y a menudo irracional, que dificultan una convivencia razonable de los bolivianos en la época actual. Se trata, por otra parte, de padrones de comportamiento colectivo que están muy difundidos en casi todos los sectores sociales del país, y que son apreciados positivamente por los mismos, lo que impide un cambio sustancial en el corto plazo.

Se puede argüir, evidentemente, que los procesos de modernización técnico-económica y de globalización cultural, en los cuales Bolivia está inmersa desde hace décadas, han influido de modo positivo sobre el funcionamiento de la administración pública y sobre los estilos de hacer política, de manera que no podría sostenerse la tesis de la naturaleza premoderna de las prácticas socio-políticas bolivianas. La realidad es más compleja. En las ciencias sociales se conoce bastante bien el fenómeno siguiente. Los cambios en la dimensión del comportamiento individual y colectivo son por naturaleza muy lentos y no coinciden necesariamente con modificaciones en los terrenos de la economía y la tecnología, por más profundas que sean estas últimas. Uno de los rasgos centrales de la historia contemporánea del Tercer Mundo consiste justamente en que la adopción del progreso tecnológico, la introducción de la economía de libre mercado, la utilización de los sistemas más avanzados de comunicaciones y la importación del armamento más sofisticado pueden tener lugar en medio de la preservación de rutinas culturales que vienen de muy atrás y que mantienen su preeminencia en los campos de la política, el tratamiento efectivo de las leyes, la relación cotidiana del ciudadano con los poderes del Estado y la vida familiar e íntima.

Esta problemática será abordada en las siguientes líneas desde una perspectiva de las ciencias políticas y no desde la disciplina jurídica. El acento principal recaerá, por lo tanto, en el análisis de los valores de orientación y las pautas colectivas de comportamiento, pero en su relación con la esfera de las normas constitucionales y legales, es decir: con la cultura de la legalidad, aunque a primera vista se trate de una vinculación indirecta.

Populismo como reacción ante fenómenos de desilusión masiva

En América Latina en general y en la zona andina en particular se puede observar un fenómeno recurrente, ya estudiado por la sociología política: los avances en la educación democrática y la ampliación de la vigencia de los derechos humanos suceden a veces paralelamente a un vigoroso renacimiento (1) de la aun vigorosa tradición cultural del autoritarismo, (2) de corrientes indigenistas y (3) de movimientos populistas teñidos de nacionalismo y socialismo. Estos movimientos poseen rasgos exteriores de una gran visibilidad simbólica. Sus características "públicas" están concebidas para el consumo popular masivo, y no siempre tienen una significación profunda y duradera. La constelación actual en Bolivia es confusa a primera vista porque el movimiento populista y los sectores políticos afines tienen la reputación de encarnar la progresividad histórica y una auténtica modernización según las verdaderas necesidades del país. Esta opinión está muy difundida en la sociedad boliviana y, lamentablemente, también en círculos de la cooperación internacional. Simultáneamente esta misma corriente fomenta de manera muy efectiva actitudes, valores y normas que denotan un marcado carácter premoderno, una propensión a lo antidemocrático, iliberal y antipluralista y un talante anticosmopolita, provinciano y nacionalista.

Por lo tanto: uno de los caminos más fructíferos para comprender lo específico de la cultura de la legalidad en Bolivia consiste en analizar la cultura política general que propagan y, sobre todo, que practican las tendencias populistas y socialistas en el país. Para entender la actual cultura de la legalidad parece, por ende, promisoria la senda que analiza el porqué del relativo fracaso del modelo liberal-democrático en Bolivia y que examina los motivos paralelos del auge del populismo. Este breve texto intenta explorar algunas de las causas que en los últimos años propiciaron el desencanto con la democracia liberal y el ascenso concomitante del populismo en diferentes variantes, todo ello en conexión con el renacimiento de una cultura de la legalidad con rasgos claramente premodernos, lo que significa, en el fondo, un retroceso histórico. Por ejemplo: el núcleo profundo de la ideología de los partidos populistas es una doctrina elemental para tomar y consolidar el poder político; todos los oropeles revolucionarios, indigenistas y nacionalistas representan un espectáculo, obviamente imprescindible, para ganar adherentes internos y para satisfacer las expectativas, a veces muy curiosas, de los donantes y cooperantes externos. No son ideologías programáticas en sentido estricto, que contribuyen a inspirar y a moldear grandes procesos revolucionarios. Y ahí se presenta uno de los grandes problemas contemporáneos. Notables movimientos de masas, como los actuales partidos populistas del área andina, postulan políticas públicas "justas" (para las mayorías siempre explotadas), envueltas en un discurso moderno y convincente. Parecen, por ende, concepciones progresistas para reorganizar la sociedad respectiva y soluciones anti-elitistas a los problemas de desarrollo (la "refundación" del país respectivo, por ejemplo). Estos aparatos ideológicos reproducen, empero, prácticas consuetudinarias para manipular a las masas, reiteran programas y planes desautorizados por la historia y revigorizan rutinas irracionales referidas a la legalidad y al Estado de derecho. La formación de las decisiones y voluntades políticas en el seno del partido gobernante en Bolivia desde enero de 2006 es verticalista en el sentido de que los de arriba conciben y ordenan y los de abajo obedecen y cumplen; si existieran opiniones divergentes, estas se evaporan rápidamente ante la intervención concluyente de las instancias superiores. Es difícil imaginarse algo menos espontáneo que las marchas, manifestaciones y bloqueos protagonizados por miles de adherentes de aquel partido, que acuden a los lugares de concentración si reciben la orden correspondiente, el aliciente financiero y la amenaza clara en caso de desobediencia; sin el modesto apoyo pecuniario las actividades masivas voluntarias en Bolivia serían mucho más reducidas.

En este contexto (de una considerable distancia entre las pretensiones teóricas altisonantes del populismo y la modestia de sus resultados prácticos) es útil referirse muy brevemente a la diferencia entre populismo y neopopulismo. El populismo que podemos llamar clásico (cuyo ejemplo paradigmático fue el régimen de Juan Domingo Perón en Argentina, 1943-1955) genera un desplazamiento descendente de la oligarquía política tradicional, fomenta la ascensión de nuevos sectores sociales, posee una fuerte voluntad de reformas y está asociado a la posición preponderante del sindicalismo, mientras que el neopopulismo favorece pactos, así sea encubiertamente, con los estratos privilegiados y exhibe una débil voluntad de reformas auténticas, pese a una retórica radical. En el neopopulismo el sindicalismo autónomo está constreñido a un rol subordinado, mientras que los medios masivos de comunicación juegan un rol decisivo y omnipresente. Tanto el populismo como el neopopulismo postulan, en contraposición a las doctrinas marxistas, una alianza de clases sociales, un modelo mixto de economía y una ideología nacionalista (y no un programa de la emancipación del género humano mediante la dictadura transitoria de la clase obrera).

Volviendo a las causas de la constelación actual: un factor esencial debe ser visto en el desencanto colectivo generado por los modelos llamados neoliberales en América Latina y especialmente en Bolivia, Ecuador, Nicaragua y Venezuela. En estos cuatro países las élites asociadas al neoliberalismo y a la economía de mercado desregulado han tenido un historial particularmente mediocre en el campo de la ética social y en el desempeño técnico de las funciones gubernamentales. El descalabro del sistema tradicional de partidos - muy notorio en estos cuatro estados - tuvo lugar paralelamente al desprestigio de las modernas élites tecnocráticas. No se trata sólo de una mala gestión económica de los regímenes liberal-democráticos, sino de una decepción cultural muy amplia, percibida como tal por la mayoría de la población. Y esto es lo preocupante.

Uno de los problemas poco estudiados por los enfoques convencionales de las ciencias sociales, pero de importancia esencial, se refiere a la calidad intelectual y ética de los grupos dirigentes que fueron los encargados de implementar las reformas modernizadoras, introducir la economía de libre mercado, consolidar las democracias y asumir los gobiernos respectivos (en Bolivia de agosto de 1985 a enero de 2006). Se puede afirmar que la gestión deficitaria de los partidos asociados al neoliberalismo no fue el único factor que desencadenó la desilusión colectiva. La presión demográfica, las demandas de las nuevas generaciones y de los grupos que pugnaban por reconocimiento, trabajo y bienestar, el resurgimiento de las identidades indígenas y la lucha por recursos naturales cada vez más escasos han promovido efectivamente una decepción casi ilimitada con respecto a lo alcanzado y a lo alcanzable en los terrenos, social, económico y político. No se trata, en el fondo, de una apreciación objetiva de parte de las masas (los resultados del neoliberalismo no fueron tan negativos en ninguno de los cuatro países), sino de cómo el desarrollo histórico es percibido por amplios sectores sociales. Y esta percepción colectiva es muy desfavorable al conjunto político-ideológico que hoy se denomina neoliberalismo. No hay duda de que las corrientes populistas han desplegado un notable virtuosismo al conformar y manipular las imágenes públicas ahora predominantes en torno a los logros y fracasos del neoliberalismo. Al perfilarse paulatinamente estos problemas en el horizonte político, las élites tradicionales no pudieron esbozar una solución adecuada ni tampoco un imaginario colectivo más o menos favorable a sus intereses. Frente a este vacío de opciones dentro del espectro convencional de partidos, una buena parte de la población ha sido seducida por el discurso del populismo con ribetes socialistas e indigenistas. No se trata de una elección racional de estos sectores sociales sopesando los nexos de los propios intereses con el programa populista o analizando cuidadosamente las políticas públicas propuestas por los movimientos contestatarios, sino de un encandilamiento socio-cultural generado por un discurso grandilocuente, ambicioso y fríamente calculado frente a la mediocridad representada por los partidos tradicionales.

La combinación de todos estos factores engendró una "recuperación" de las tradiciones políticas autóctonas, es decir antidemocráticas y antipluralistas que ahora se expanden nuevamente por el área andina y otras regiones de América Latina, junto con un crecimiento considerable del potencial electoral de los partidos populistas. La falta de un mejoramiento substancial del nivel de vida de las clases subalternas - o la creencia de que la situación es así -, el carácter imparable de la corrupción en la esfera político-institucional y la ineficiencia técnica en el ejercicio de funciones públicas han sido, como se mencionó, los factores que han desencadenado el sentimiento mayoritario de la desilusión con la "democracia pactada". El populismo nacionalista e indigenista, que en Bolivia ha desplegado sus alas en los últimos años criticando exitosamente a la democracia representativa "occidental", ha significado en el fondo un claro retroceso en la configuración de las estructuras partidarias internas, en el debate de argumentos ideológicos y en la construcción de gobiernos razonables, pues ha revigorizado una amplia gama de procedimientos paternalistas, clientelísticos y patrimonialistas, dotándoles de un simulacro muy efectivo de participación democrática. El funcionamiento interno del partido gubernamental boliviano (a partir de 2006) no se distingue, justamente, por ser un dechado de virtudes democráticas, ni en la elección de los órganos superiores del partido por las instancias inferiores ni tampoco en la formulación programática que provenga espontáneamente de las filas de los militantes de base.

En Bolivia la victoria del populismo nacionalista-socialista en 2006/2008 se asemeja en algunos rasgos a la involución democrático-institucional que tuvo lugar a partir de la Revolución Nacional de 1952. Por ello no es superfluo un breve vistazo histórico. Después de la Guerra del Chaco (1932-1935) y el descalabro de los partidos y las élites tradicionales, surgieron nuevos partidos de corte nacionalista y socialista que jugaron un rol decisivo en las décadas siguientes. Ellos eran la manifestación de sectores anteriormente excluidos del ejercicio del poder, sobre todo los grupos y asociaciones del ámbito provinciano y municipal, que hasta entonces habían tenido una participación exigua en el manejo de la cosa pública. Los estratos altos tradicionales y sus partidos ejercieron el gobierno por última vez en los periodos 1940-1943 y 1946-1952 e intentaron a su modo modernizar las actuaciones políticas, dando más peso al Poder Legislativo, iniciando tímidos pasos para afianzar el Estado de derecho y estableciendo una cultura política liberal-democrática. Estos esfuerzos no tuvieron éxito porque precisamente una genuina cultura liberal-democrática nunca había echado raíces duraderas en la sociedad boliviana y era considerada como extraña por la mayoría de la población. Por otra parte esta cultura liberal-democrática fue combatida ferozmente por las "nuevas" fuerzas nacionalistas y revolucionarias. La lucha contra la "oligarquía minero-feudal" encubrió eficazmente el hecho de que estas corrientes radicalizadas detestaban la democracia en casi todas sus formas y, en el fondo, representaban la tradición autoritaria, centralista y colectivista de la Bolivia profunda, tradición muy arraigada en las clases medias y bajas, en la esfera rural y las ciudades pequeñas y en todos los grupos sociales que habían permanecido secularmente aislados del mundo exterior. El nacionalismo era y es, en el fondo, una renovación del clásico espíritu centralista, autoritario y anticosmopolita que está vigente desde la era colonial. Los nacionalistas y populistas de entonces asociaron la democracia liberal y el Estado de Derecho con el régimen presuntamente "oligárquico, antinacional y antipopular" que fue derribado en abril de 1952. En el plano cultural y político estas corrientes populistas promovieron un renacimiento de prácticas autoritarias y el fortalecimiento de un Estado omnipresente y centralizado. A partir de 1952 y en nombre del desarrollo acelerado se reavivaron las tradiciones del autoritarismo y centralismo, las formas dictatoriales de manejar "recursos humanos" y las viejas prácticas del prebendalismo y el clientelismo en sus formas más crudas. Todo esto fue percibido por una parte considerable de la opinión pública como un sano retorno a la propia herencia nacional, a los saberes populares de cómo hacer política y a los modelos ancestrales de reclutamiento de personal y también como un necesario rechazo a los sistemas "foráneos" y "cosmopolitas" del imperialismo capitalista.

Hoy tenemos un retorno de esas viejas prácticas y doctrinas. Las perspectivas a largo plazo no son promisorias. Y a ello contribuye el hecho de que los valores populistas de orientación permanecen enraizados profundamente en una larga tradición que proviene de la época colonial española, sobre todo en aquellos países que no han tenido procesos sostenidos de modernización.

Tradiciones culturales con respecto a la esfera legal

Desde la época de la colonia española se arrastra en Bolivia una tradición masiva de concebir la esfera legal de manera ambivalente. La concepción más difundida sobre el derecho y las leyes puede ser calificada como una oscilación entre (a) la pretensión de vigencia universalista de las normas y (b) la interpretación cotidiana y particularista de las mismas, interpretación que deja reconocer un sustrato muy antiguo de una sapiencia práctica y pragmática que "acerca" y modifica la ley abstracta a la realidad política y a las relaciones efectivas de poder. En toda el área andina se puede observar la existencia paralela de dos sistemas "legales" de orientación: los códigos informales, de naturaleza oral, por un lado, y los códigos formales, transmitidos como estatutos escritos, por otro. A simple vista los primeros tienen un carácter gelatinoso, cambiante e irracional, mientras que los últimos poseen una estructura lógica y pueden ser enseñados e interpretados de manera homogénea, sistemática y permanente. Los códigos informales no se aprenden mediante libros, cursos y universidades, sino en la práctica de cada día. Esta es su gran ventaja: tienen una vigencia prerracional, obvia y sobreentendida. No requieren de teorías y explicaciones para ser aceptados, y su validez está por encima o más allá de los ejercicios de la lógica discursiva. Los códigos informales viven en el silencio y la sombra, pero son seguidos por una gran parte de la población con un acatamiento sumiso y hasta con obediencia afectuosa. Los códigos formales son respetados sólo coram publico, es decir cuando hay que suponer una extensa audiencia mixta, dentro de la cual pueden hallarse personalidades y autoridades ya modernizadas, que no tolerarían una apología de los códigos premodernos. Por ello los códigos formales escritos son celebrados con cierta solemnidad (y sin ironía) en toda ocasión pública o académica y están presentes en infinidad de leyes escritas, pero su vigencia es limitada y circunstancial.

Muchos de los elementos político-institucionales heredados y mantenidos desde la colonia española - como el patrimonialismo, el nepotismo y el favoritismo - no coadyuvan a edificar una confianza pública en la igualdad ante la ley ni en la objetividad de cualquier actuación de la administración pública. Por ejemplo: desde hace siglos el grueso de la población identifica el puesto estatal con su detentador momentáneo. El caudillo político que puede distribuir cargos estatales es visto, en el fondo, como el propietario legítimo del aparato gubernamental. Los poderosos tienen una óptica patrimonialista muy similar: se sirven del Estado para conceder prebendas, consolidar sus intereses y "colocar" adecuadamente a su clientela y parentela. En el patrimonialismo se diluye el límite entre lo público y lo privado (o entre gobierno y partido): lo estatal es percibido por la clase política como la posibilidad de acrecentar lo privado. Esta situación se intensifica hoy bajo los regímenes populistas, como lo demuestra la política cotidiana en Nicaragua, Bolivia, Ecuador y Venezuela. El funcionamiento diario del Estado deja de ser algo impersonal y se convierte en un embrollo de "relaciones" que puede ser influido exitosamente por intereses particulares, personas con buenos "contactos" y amigos del gobernante de turno. El Estado de derecho - que puede muy bien existir en el papel - no se difunde hacia abajo, no penetra en la mentalidad de las capas populares. La población no tiene confianza en las actuaciones estatales. Pese a los esfuerzos de modernización el Estado sigue siendo el multiplicador de prebendas y canonjías pasajeras: la empleomanía es hoy facilitada por la tecnología moderna. Como además prosigue la tradición colonial española que devalúa el trabajo manual y el creador, la gente prefiere un cargo mal pagado en un escritorio público o privado a un trabajo productivo en la agricultura o la manufactura.

A ello se agregó en la colonia la inclinación a sobrerregular toda actividad humana por medio de estatutos legales, propensión que en Bolivia sigue vigente al comienzo del siglo XXI. La sobreproducción de leyes y disposiciones y, al mismo tiempo, la desidia y lentitud administrativas ocasionan la imposibilidad de aplicarlas adecuadamente en la praxis, lo que conduce al corolario: obedezco pero no cumplo, como se decía en la era virreinal. Ha resultado inevitable que surgieran sistemas extralegales para diluir el centralismo y la sobrerregulación, sistemas válidos hasta hoy y que a su vez producen burocratismo: laxitud en la aplicación de las leyes, sobreposición de normas, duplicación premeditada de funciones, impunidad de los funcionarios, desorganización interna de las oficinas y los despachos, rutinas innecesarias y superfluas e, inevitablemente, la predisposición a ejecutar trámites al margen de las regulaciones existentes. La praxis anómica es casi siempre el correlato de la sobreproducción de reglas. Esto ha fomentado una mentalidad de astucia, disimulo, ventajas y picardía individuales, pero no una cultura cívica razonable y duradera, basada en el Estado de derecho, en el respeto al ciudadano y en la pluralidad de opiniones. Es interesante señalar que la predisposición a los trucos y las artimañas - eludir leyes y estatutos de una manera considerada como habitual y casi legítima - se halla muy expandida dentro del pequeño universo de abogados, jueces, fiscales y gestores, con lo que se perpetúa una tradición fuertemente arraigada desde la época virreinal. Estas antiguas rutinas y convenciones permean en la actualidad la mentalidad boliviana y no son vistas como algo negativo por la mayoría de la población. Este legado cultural coadyuva a que la ley represente una realidad extraña, arbitraria y sin fuerza moral. La popular sentencia: "Para los amigos todo, para los enemigos la ley", es un buen ejemplo de esa situación, pues engloba por un lado la discrecionalidad y arbitrariedad de las autoridades cuando existe una voluntad política, y por otro la concepción, tan arraigada en toda la sociedad, de que la ley es básicamente un castigo y una maldición. La actual tendencia del gobierno boliviano de "aplicar" la ley en todo su rigor a los opositores políticos, sobre la base de cualquier trivialidad, real o inventada, tiene un curioso antecedente en la praxis del nacionalsocialismo alemán (1933-1945), que utilizó la apariencia de la legalidad más severa para destruir a sus adversarios políticos según las normas vigentes. Aquí es posible detectar una de las tentaciones del totalitarismo.

Sobre todo en el área andina y en Bolivia en particular se han mantenido algunas rutinas típicas de la era colonial española: la lentitud y complicación de los trámites, el centralismo administrativo y político, el desconocimiento del mundo exterior, el genio inventivo consagrado principalmente a los trucos y las artimañas, el antipluralismo cultural, los privilegios no codificados de los altos funcionarios, la imprevisibilidad de los actos gubernamentales y administrativos y, en general, la falta de un espíritu innovador junto con una actitud tendiente al monopolio decisorio de aquellos que detentan ocasionalmente el poder supremo. Todo esto ha conducido a la formación de una cultura de la legalidad que se distingue por su carácter ambiguo, laxo y oportunista.

Ahora bien: la dualidad legal antes mencionada (la vigencia de códigos paralelos) se complica hoy en día en el área andina debido a un proceso acelerado de urbanización y modernización, que conlleva más problemas que soluciones, ya que genera más demandas, esperanzas e ilusiones de las que puede satisfacer. La complejidad de las nuevas estructuras sociales y la variedad inesperada de normativas de orientación han producido prolongados fenómenos de anomia, desestructuración e inseguridad. Peter Waldmann, a quien debemos notables estudios sobre los fenómenos de anomia en América Latina, señaló que la falta de reglas claras, generalmente aceptadas y practicables o, a menudo, la evaporación de las mismas con extraordinaria facilidad, ocurren paralelamente a la expansión y modernización de un aparato estatal deficiente y corrupto, que no puede asegurar para sí el monopolio de la coacción física legítima ni garantizar la prestación de servicios sociales indispensables.

A todo esto se agrega una concepción particularista del derecho, que dificulta que la población vea en él un cuerpo abstracto de reglas universales, que deben ser aplicadas sin consideración de (poderosos) intereses particulares y sectoriales. La cultura boliviana de la legalidad es incomprensible sin analizar este sesgo particularista. El paralelismo de los dos códigos no genera habitualmente grandes conflictos (y menos dilemas de conciencia); las personas y los grupos exitosos saben hablar los dos lenguajes con una gran capacidad de disimulo y manipulación. Un ejemplo muy conocido de esta constelación es la vigencia a veces ocasional de fallos judiciales (por ejemplo de la Corte Suprema de Justicia y del Tribunal Constitucional) o la validez sólo parcial de disposiciones constitucionales y la aplicación incompleta de referéndums; sólo se reconoce su vigencia plena si políticamente favorecen a los intereses dominantes de turno. La historia boliviana no carece de ejemplos que ilustran esta tendencia a la manipulación de disposiciones legales. El plebiscito del 11 de enero de 1931, llevado a cabo en óptimas condiciones técnicas, prescribía (entre otros puntos) la transformación de Bolivia en una estructura federal. Esta decisión del pueblo soberano no se implementó en la praxis por una determinación gubernamental y - esto es lo notable - nadie protestó por tal hecho. (Los otros puntos de este referéndum fueron incorporados a la constitución de la época.)

Lo más importante en el análisis de la cultura de la legalidad boliviana y andina debe ser vista en la existencia de dos órdenes legales simultáneos, lo que conduce a largo plazo (A) a la erosión de la confianza social en las normas de convivencia, (B) a debilitar la confianza del ciudadano en el Estado y la administración pública, y (C) a ensanchar - o, por lo menos, a perpetuar - el poder fáctico de los estratos ya privilegiados, puesto que estos dominan las aptitudes hermenéuticas para "manejar" los códigos paralelos adecuadamente y en el momento preciso. El otro gran peligro reside en que la frontera entre la informalidad y la criminalidad es muy porosa, pero su transgresión abierta está "reservada" para los que saben administrar estos asuntos. La sensación de inseguridad tiene que ver con una generalización de la desconfianza, atmósfera propicia a los intereses ya establecidos, y que éstos tienen poco interés de modificar.

El rasgo más preocupante de la actual cultura de la legalidad ha consistido en tolerar los muy diversos aspectos del autoritarismo, cuya aceptación tácita por los partidos izquierdistas, el movimiento sindical, los maestros de escuela y los intelectuales progresistas representa una muestra evidente de rutinas y convenciones de enorme fuerza normativa y orientadora, naturalmente en el terreno de la praxis cotidiana. A estos sectores sociales no les preocupa mucho el fenómeno del burocratismo, el embrollo de los trámites (muchos innecesarios, todos mal diseñados y llenos de pasos superfluos), la mala voluntad de los funcionarios en atender al público o el mal funcionamiento del Poder Judicial. Hasta hoy (a comienzos del siglo XXI) ningún partido izquierdista o pensador socialista, ningún sindicato de obreros o empleados, ninguna asociación de maestros, colegio de abogados o grupo campesino, ninguna corriente indigenista o indianista había protestado contra ello. Las grandes reformas del aparato estatal y del Poder Judicial y el propósito de reducir el fenómeno burocrático no partieron de estos sectores, sino casi exclusivamente de la empresa privada, de las instituciones de cooperación internacional y de individuos esclarecidos de la alta administración pública. Lo paradójico del caso estriba en que los pobres y humildes de la nación conforman la inmensa mayoría de las víctimas del burocratismo, la corrupción y del mal funcionamiento de todos los poderes del Estado; los partidos de izquierda y los pensadores revolucionarios, que dicen ser los voceros de los intereses populares, jamás se han apiadado de la pérdida de tiempo, dinero y dignidad que significa un pequeño roce con la burocracia y el aparato judicial para la gente sufrida y modesta del país.

Esta constelación cada día más compleja de factores negativos o, por lo menos, preocupantes, florece en medio de una pugna cada vez más virulenta por recursos naturales escasos, pugna que es alimentada y complicada por el renacimiento de conflictos étnicos. Este es el trasfondo del caso boliviano del presente. Por lo general se trata de una mixtura de anomia social con expectativas cada vez más altas de consumo masivo, lo que intensifica un peligro muy grave que siempre estuvo presente y que puede ser descrito de forma breve como sigue. En la sociedad boliviana actual podemos percibir algo así como una disipación continua de la energía, una desintegración de las instituciones que garantizan el orden, una intensificación de la descomposición de normativas estructurantes y finalmente tendencias autodestructivas (por ejemplo el incremento de la criminalidad y la inseguridad y la destrucción incesante del medio ambiente). Este fenómeno de entropía social no sólo se manifiesta en el incremento espectacular de la inseguridad ciudadana, sino también en la declinación de las competencias punitivas del Estado (salvo, claro está, en cuestiones claramente políticas, donde el Estado boliviano, por ejemplo, usa su capacidad punitiva sin escrúpulos) y en la incapacidad estatal de generar confianza ciudadana en las normas legales y en los órganos que las administran. Esta constelación, intensificada por regímenes populistas, puede desembocar en soluciones autoritarias y tal vez totalitarias.

El populismo y la cultura de la legalidad

No existe unanimidad en la literatura científica en torno a una definición del populismo. En un texto clásico referido a América Latina, Alistair Hennessy calificó el populismo como el sistema organizativo para sincronizar grupos de intereses diferentes, con un liderazgo eminentemente carismático proveniente de la clase media desarraigada. Hennessy subrayó el carácter manipulativo del populismo, pues la comunicación interna sería siempre unidireccional: del líder al pueblo. Dentro del partido los militantes tienen en realidad poco que decir. La mayoría de los partidarios del populismo estaría compuesta por aquellos expuestos directamente (en cuanto víctimas) a los grandes procesos de cambio acelerado (urbanización, modernización, globalización). Conformarían la masa disponible, proclive a ser manejada soberanamente por la dirigencia. Los diversos sectores que conforman un movimiento populista tienen en común su anhelo de reducir los privilegios de las clases altas tradicionales y ensanchar su propia base de derechos (incluidas las mejoras salariales).

En un estudio importante, Peter Worsley analizó la ideología populista, llegando a la conclusión de que esta es ante todo anti-elitaria y anti-intelectual. Su comprensión no exige grandes esfuerzos teóricos a ningún simpatizante o militante. En el fondo se reduce a una visión dicotómica de toda actividad política: patria / antipatria, los de adentro contra los foráneos. No adopta la concepción marxista de la lucha de clases. El enfoque está destinado al hombre simple, al campesino pobre o al clásico descamisado peronista. Los regímenes populistas producen en general programas modestos de asistencia social, pero bien publicitados y mejor vendidos a la opinión pública. Ellos saben el valor actual del espectáculo circense. Existe un nexo directo de la masa al líder sin pasar por instancias institucionalizadas del partido o de la organización.

La experiencia histórica nos señala que las preocupaciones prevalecientes de las jefaturas y los ideólogos populistas estuvieron y están centradas en el control e indoctrinación de los adherentes, en la conquista del poder político, en atribuir al Otro por excelencia (la oligarquía, los países "imperialistas", los disidentes) la responsabilidad por todo lo negativo, en programas de asistencia social y, ocasionalmente, en ambiciosos intentos de modernización acelerada. Pero ninguno de ellos ha mostrado interés por difundir una educación política crítica, por analizar adecuadamente el pasado, los valores contemporáneos de orientación y las pautas normativas de comportamiento o por popularizar una cultura racional-moderna de la legalidad. El mismo Estado de derecho jamás formó parte de los designios populistas de ningún país. Estas "cosas" son consideradas como minucias sin importancia de la burguesía moribunda. Más bien: la tentación de formular promesas irrealistas, el vituperio radical de los adversarios, la práctica de la improvisación a todo nivel y la demagogia ininterrumpida representan las prácticas más usuales de los liderazgos populistas. En el fondo, es una tendencia a la desinstitucionalización de todas las actividades estatales y administrativas. Esta desinstitucionalización afianza paradójicamente el poder y el uso discrecional del aparato estatal por parte de la jefatura populista. Este acrecentamiento del poder de los arriba (con su correlato inexorable: la irresponsabilidad) sólo ha sido históricamente posible a causa de la ignorancia, la credulidad y la ingenuidad de los de abajo.

Los estudios favorables al populismo, que a comienzos del siglo XXI son una verdadera legión, atribuyen una relevancia excesiva a los (modestos) intentos de los regímenes populistas de englobar a los explotados y discriminados, a las etnias indígenas y a los llamados movimientos sociales. Estos enfoques auspician inclinaciones colectivistas, descuidan el potencial de autoritarismo inmerso en los sectores subalternos de la sociedad y en sus prácticas políticas consuetudinarias, dejan de lado las consecuencias globales de la problemática ecológico-demográfica y no dejan vislumbrar una posición genuinamente crítica frente a los fenómenos de regresión que también entrañan todos los procesos de modernización. En suma: en lo referente a aspectos centrales de la temática contemporánea, tanto las concepciones institucionalistas de cuño liberal-democrático como aquellas favorables a nuevos modelos populistas, indigenistas y socialistas exhiben una ceguera similar.

El tipo de elecciones que se vuelven habituales en regímenes populistas es el de las semicompetitivas, que, sin vulnerar directamente las normas legales usuales para la ejecución de elecciones, hace competir a un partido gubernamental muy poderoso, con abundantes recursos financieros y con fuerte presencia en los medios masivos de comunicación, contra una oposición débil, que de antemano lleva el estigma de elitaria u oligárquica, endosado hábilmente por la ubicua propaganda gubernamental. Este tipo de elecciones sirve para consolidar efectivamente un modelo autoritario sin llamar la atención negativamente, puesto que el voto de los sectores populares, cuya formación política es muy deficiente, está asegurado de antemano.

En América Latina podemos observar un fenómeno repetitivo, el populismo autoritario, que representa en realidad un fundamento básico de tradiciones culturales muy arraigadas y resistentes frente a cambios de mentalidad y valores culturales. Un ejemplo se encuentra en el área andina, donde las sociedades parecen repetir cíclicamente periodos breves de democracia efectiva y épocas largas de autoritarismo caudillista. En un informe sobre la situación de la cultura política en Bolivia, basado en una amplia encuesta de alta representatividad, los autores llegan a la conclusión de que la sociedad boliviana es una de las más intolerantes en América Latina, sobre todo en referencia a "los grupos que permanentemente manifiestan su desacuerdo con el sistema político del país". Los otros países del área andina exhiben índices similares de intolerancia.

En varias sociedades latinoamericanas (Bolivia, Ecuador, Nicaragua, Venezuela) tiende a consolidarse un régimen que no es ni socialista ni capitalista - para usar términos sencillos. Y en sus diversas manifestaciones no ha resultado ser propicio para establecer una democracia digna de ese nombre. Los medios de producción más importantes (los recursos llamados "estratégicos") permanecen en manos del Estado, lo cual no se debe a una planificación patriótica de largo aliento, sino a la necesidad de la clase política dominante de corte burocrático (la "clase estatal") de disponer fácilmente de rentas y puestos laborales para repartir entre sus allegados y clientes. El criterio decisivo para conocer al estrato gobernante en sociedades centralizadas y autoritarias no es la propiedad jurídica de los medios de producción, sino el acceso a la burocracia estatal, es decir el dominio sobre el aparato burocrático, independientemente de una tendencia capitalista o socialista del régimen en cuestión. No hay duda de que actualmente esta privilegiada "clase estatal" debe someterse a pruebas constantes de legitimidad, como elecciones generales periódicas, pero las tradiciones históricas, la ingenuidad de la población y el manejo adecuado de los medios modernos de comunicación le permiten el disfrute del poder sin muchos contrapesos. Esto incluye habitualmente la facultad de distribuir el excedente económico (como lo denominan los marxistas), el goce del prestigio público y el control sobre el autorreclutamiento de sí misma (casi siempre mediante cooptación). Como casi todos los estratos dominantes, esta clase política desarrolla paulatinamente inclinaciones conservadoras y un talante autoritario, que se manifiestan por ejemplo en el culto exorbitante a los gobernantes, la expansión del secreto de Estado y la propensión a controlar celosamente las actividades ciudadanas.

De todas maneras este régimen de propiedad es muy popular, pues brinda a las masas la ilusión de que las principales riquezas del país corresponden a "toda la nación" y no a unos pocos capitalistas privados. Sin la propiedad de los medios de producción, pero con el usufructo de los mismos, estas élites resultan ser muy privilegiadas en el plano político-operativo y en el financiero, sin tener la odiosa connotación (y responsabilidad) de ser propietarias de empresas de gran visibilidad pública.

Los intelectuales y los dirigentes de izquierda han mostrado su carácter conservador-convencional al menospreciar la democracia moderna, al propugnar la restauración de modelos arcaicos de convivencia humana bajo el manto de una opción revolucionaria y a favorecer comportamientos colectivos rutinarios como el rentismo, al cual se le brinda ahora un atrayente barniz progresista. Se trata de un fenómeno muy generalizado en todo el mundo, pero en Bolivia la brecha entre ambos sistemas de valores puede consolidarse de tal modo que la implantación de la democracia moderna quede básicamente en el papel. Las normativas autoritarias provenientes de la Bolivia profunda son las que entorpecen el surgimiento de una sociedad más abierta, tolerante y pluralista, el afianzamiento de una cultura razonable de la legalidad y el Estado de derecho.

En este contexto es indispensable referirse, aunque de forma muy breve, a la diferencia entre autoritarismo y totalitarismo. La distinción más importante entre ambos reside en el hecho de que el régimen autoritario permite un pluralismo limitado, lo que no es posible bajo ningún modelo totalitario. Este pluralismo limitado es algo tolerado durante largos periodos temporales, no algo impulsado premeditadamente por los gobiernos autoritarios. Hace posible la articulación de variadas opiniones y la influencia de diversos intereses políticos sobre el accionar del Estado. Por otra parte los modelos autoritarios carecen de una ideología ubicua de índole obligatoria. En cambio las sociedades sometidas al totalitarismo tienen que sufrir una ideología casi universal, que permea y configura todos los aspectos sociales y que pretende poseer una validez dogmática y el carácter de un credo único, verdadero y correcto. Bajo sistemas autoritarismos encontramos obviamente una especie de doctrina oficial, pero se trata de propaganda gubernamental enfocada a ciertos espacios determinados de la vida social. Por otra parte en sistemas totalitarios la élite gobernante conforma un grupo muy pequeño y cerrado de iluminados, que se renueva - lo menos posible - por el procedimiento de la cooptación. Esta élite dispone de un monopolio celosamente guardado sobre todas las decisiones relevantes en los campos político, económico, legal y hasta cultural. Ningún grupo político o sector social puede servir de contrapeso al poder ilimitado de la élite gobernante.

Los movimientos políticos de base étnica en la región andina son un claro testimonio de tendencias autoritarias, que bajo ciertas condiciones, pueden ser utilizadas para endurecer una constelación populista en una autoritaria, y esta, a su vez, en un régimen totalitario. En el área andina el populismo practicado vincula el caudillismo convencional con la formación de extensas clientelas fácilmente manipulables, y todo ello bajo el barniz de procedimientos innovadores de democracia directa con rasgos civilizatorios autóctonos, que por ende no deberían ser juzgados o comparados desde perspectivas ajenas a las estrictamente propias. Pese a estas consignas altisonantes, a largo plazo el resultado puede ser el establecimiento de un modelo autoritario de Estado y gobierno. Como se sabe por muy variadas experiencias históricas, un sistema autoritario puede desembocar - aunque no es una ley de desarrollo histórico - en un régimen totalitario.

Finalmente se puede aseverar lo siguiente. Hay varias causas para explicar el retorno de un populismo autoritario en América Latina y con él la consolidación de la antigua cultura política contraria a la institucionalidad y al respeto irrestricto de normas y leyes. Una de las causas reside en la baja institucionalización de los partidos políticos y en la pervivencia de una cultura premoderna de la legalidad. Históricamente hay que mencionar el hecho de que la confianza colectiva en los partidos políticos se ha ido debilitando paulatinamente, y de manera más precisa a partir del año 2000. A los partidos les faltan raíces culturales y prácticas duraderas; los actores socio-políticos carecen de continuidad e institucionalidad; los líderes contemporáneos no disponen de confiabilidad ni de un buen nivel intelectual. Aunque los partidos políticos son percibidos como indispensables para el ejercicio de la democracia, sus configuraciones actuales no gozan del favor público. Como ya se mencionó, todo esto predispone a un populismo carismático, que habitualmente va de la mano de un renacimiento de la persistente cultura política del autoritarismo, que a veces puede derivar en regímenes totalitarios.

Sobre los regímenes populistas se puede afirmar como resumen que han contribuido a la consolidación de la existencia de códigos paralelos, lo que fomenta actitudes de astucia, trucos y artimañas - y no una cultura cívica moderna - como factores centrales del comportamiento colectivo. No han hecho nada efectivo para consolidar los derechos y las garantías de los ciudadanos, pues el interés del Estado central, sus designios y su capacidad de maniobra tienen un claro privilegio fáctico sobre aquellos derechos y garantías. El "privilegio estatal" no está establecido en textos legales ni constitucionales, pero tiene entera vigencia en la praxis populista debido a una vieja y sólida tradición. El equilibrio de los poderes públicos ha quedado vulnerado en favor del Poder Ejecutivo, cuyo prestigio y radio de acción son legitimados por la misma tradición. El Poder Judicial no ha podido ejercer su autonomía frente al Poder Ejecutivo, quedando supeditado a las instrucciones del gobierno en los casos judiciales donde se entremezcle una variable política.

Conclusiones provisorias: la tentación del totalitarismo

La experiencia histórica nos lleva a sostener que una cultura de la ambigüedad legal, como es la practicada por los diferentes modelos populistas, favorece a largo plazo el infantilismo político. La falta de reglas claras y la omnipotencia de la dirigencia hacen aparecer como superfluos los esfuerzos propios de los ciudadanos en pro de una politización autónoma. Las masas son manipuladas o, en el mejor de los casos, guiadas por el gobierno o el caudillo hacia su propio bien - definido unilateralmente desde arriba -, pero no son inducidas a que lo hagan mediante un proceso propio de aprendizaje y error, conocimiento y crítica. Un proceso de politización autónoma lleva a una diversidad de puntos de vista, a una pluralidad de intereses y, por ende, a una variedad de líneas políticas. Todos los modelos populistas propugnan, en cambio, la homogeneidad como norma, el uniformamiento político-partidario como meta, el organicismo antiliberal como factor estructurante. Es indudable que esta constelación favorece aspectos autoritarios, que en algún momento pueden transformarse en totalitarios. El poder de las imágenes decretadas desde arriba, la fuerza hipnótica y carismática del líder, el alcance y la cobertura de los medios modernos de comunicación, la facilidad de manipular a masas intelectual y culturalmente mal formadas y el sentimiento de gratitud de estas mismas a un gobierno que les ha brindado algunas ventajas produce una amalgama poderosa, ante la cual la defensa de los derechos humanos, la libertad de expresión y el pluralismo ideológico emergen como fenómenos de segundo rango, como factores prescindibles de un orden ya caduco, como antiguallas de una época pretérita superada ampliamente por la historia contemporánea.

No hay duda, por otra parte, de las carencias de la democracia representativa pluralista. Una gran parte de las masas del área andina y de Bolivia no se ha sentido representada por ella. Pero los proyectos alternativos de una democracia participativa, directa y comunitaria no han logrado generar modelos sólidos, prácticos y convincentes que puedan competir con la democracia representativa. Esto es válido precisamente después de procesos constituyentes en Bolivia y Ecuador, donde los nuevos textos constitucionales no coadyuvan a edificar una democracia operativa, creíble y acorde a los tiempos actuales. El discurso de la democracia directa y participativa es un esfuerzo que permanece en la esfera de teoría y, más a menudo, en el campo de la especulación, a lo que contribuye su estilo vehemente y dramático. Pero hay que decirlo claramente: las doctrinas de la democracia directa, por más gelatinoso que sea el contenido, articulan una esperanza, una nostalgia de las masas, que la democracia liberal y pluralista no ha sabido o no ha podido satisfacer.

Es altamente probable que una buena parte de la población boliviana, como lo han establecido las encuestas de opinión pública en torno a la cultura política, exhiba una marcada aversión por aquellos que piensan y actúan de modo diferente al de la mayoría. La intolerancia en relación a lo divergente, la más alta de América Latina, constituye el rasgo fundamental de la cultura política de estas tierras: la compulsión al uniformamiento, la celebración de la homogeneidad, la alabanza de la unidad. Por ello una gran parte de la población boliviana, incluidos sus intelectuales más preclaros y sus políticos de oposición y sus líderes de opinión, elogian el hecho de que un candidato presidencial alcance la mayoría absoluta de los votos emitidos y no haya entonces necesidad de la vilipendiada "democracia pactada". Como afirma un editorialista, una votación con un resultado mayoritario enorme fascina a casi todos y, con una sensación de alivio, hace aparecer como mezquinos y despreciables a los que todavía se oponen y como insignificantes los tortuosos procedimientos usados para alcanzar el éxito anhelado. Y precisamente este éxito, nos dice Fernando Molina, diluirá el papel de la oposición - a la que el oportunismo nunca le fue extraño - y consolidará la cultura política "de antes: la de siempre", basada en el caudillismo político, la homogeneidad ideológica y el rol decisivo del Estado centralizado.

Una democracia avanzada y consolidada, en cambio, vive relativamente bien cuando se produce una pluralidad de opciones político-ideológicas que quedan más o menos alejadas de la mayoría absoluta y, entonces, deben concertar una salida entre ellas. Como una sociedad bien desarrollada es probablemente una sociedad altamente diferenciada, con una diversidad de partidos y líneas políticas, se podría inferir que una multiplicidad de partidos sin un claro vencedor es más bien un signo de adelantamiento histórico. En Bolivia, al contrario, este resultado es visto negativamente. Por todo ello se puede aseverar que permaneceremos un buen tiempo en aquel estadio cultural arcaico que (a) adora las cosas simples y claras, como una mayoría política absoluta; que (b) detesta las minorías y que supone que todo individualista es alguien sospechoso; que (c) desprecia los mecanismos meritocráticos y que (d) no comprende al carácter precario de toda decisión política. De ahí hay un paso al autoritarismo en la praxis y sólo dos pasos a la instauración de un totalitarismo suave, como corresponde al siglo XXI.

Lo que puede afirmarse - con alguna seguridad - de los experimentos totalitarios a partir del siglo XX es que estos nacen en un contexto (1) donde las tradiciones político-culturales no son históricamente favorables a comportamientos democráticos duraderos; (2) donde el populismo radical puede ser aprovechado por partidos extremistas; (3) donde prevalece una amplia desilusión con los resultados de una incipiente modernización; (4) donde se resquebrajan los valores de orientación "tradicionales" (como la religiosidad generalmente aceptada) y donde no hay normativas que los reemplacen en la misma magnitud y calidad; y (5) donde la gente del ámbito cultural y en particular los intelectuales se dejan seducir por ideologías que propugnan un cambio fundamental en los asuntos públicos y que, al mismo tiempo, no atribuyen gran relevancia a los derechos humanos, a las libertades públicas y a la cultura razonable de la legalidad.

jueves, enero 29, 2009

Un escritor entre el amor a los clásicos (y a los animales) y la prosaica realidad de la política (como en todos los tiempos)

María Luisa Amuchástegui


Un escritor entre el amor a los clásicos (y a los animales) y la prosaica realidad de la política (como en todos los tiempos)




Se puede decir que la obra de H. C. F. Mansilla está influida por un estímulo de la filosofía clásica: la senda fructífera del conocimiento es aquella generada por la conciliación de eros y logos, camino que fue seguido por Sócrates y sus discípulos. La admiración ante la belleza del cosmos y el asombro frente a las patologías de la vida social fueron los impulsos primigenios de la filosofía. Según Aristóteles, la admiración por el universo se combina con el intento de explicar con rigor y disciplina lo que parece incomprensible. De esta unión de asombro y rigor nace el espíritu crítico. Uno de pensadores más apreciados por Mansilla, Theodor W. Adorno, solía decir que todo conocimiento está fundado en el amor, y siguiendo a Platón, afirmaba que el momento constitutivo de la filosofía era el entusiasmo, la emoción que se siente por las ideas, aunque la constelación actual de la sobriedad y el desencanto nos sugiera una visión muy distinta. Parece que nuestro autor reconoce que si bien no podemos pretender una comprensión cabal de la realidad, podemos en cambio usar nuestros esfuerzos intelectuales para construir un camino precario y provisorio que nos permita vislumbrar algo cercano a la verdad, si es que existe algo tan inasible como la verdad.

El profundo afecto que Mansilla siente por la filosofía representaría la parte del eros. Desde la primera juventud tuvo una gran simpatía por autores como Edward Gibbon y Edmund Burke. Por los testimonios de parientes y amigos parece que nuestro autor se preguntaba a menudo por qué las sociedades se desarrollan de forma tan diferente unas de otras; la cuestión tiene que ver con el hecho de que Mansilla creció entre dos mundos. Una vez, de vacaciones en La Plata (provincia de Buenos Aires), leyó en pocos días dos gruesos volúmenes de Manuel Gálvez, el conocido historiador y novelista argentino: una biografía de Domingo Faustino Sarmiento y otra de Hipólito Yrigoyen, el primer presidente del Partido Radical. Esta lectura tuvo una notable influencia en su carrera. Mansilla quedó profundamente impresionado por la erudición de Gálvez, por el manejo soberano de fuentes y testimonios y por la bella prosa, pero desde un primer momento creyó que se trataba de una maniobra endiabladamente sutil (y por ello muy interesante y digna de ser estudiada), destinada a desacreditar y a ensuciar la labor de la clase dirigente argentina que había construido entre 1862 y 1943 un modelo muy bien logrado de desarrollo económico, que incluía vigorosos elementos democráticos y una cultura cosmopolita, por la que Mansilla siempre sintió mucho cariño. El análisis y la crítica de autores como Gálvez se convirtieron en un impulso constante en el quehacer de Mansilla. Gálvez atacó el “imperialismo cultural” de las potencias occidentales, defendió el nacionalismo y el peronismo y terminó alabando los campos de concentración de la Alemania nazi: una combinación que no es tan rara entre intelectuales latinoamericanos.

Mansilla se percibe como uno de los últimos herederos de la tradición instituida por la ensayística latinoamericana – línea opuesta al revisionismo de Gálvez –, cuyo representante más conocido es precisamente Domingo F. Sarmiento y cuyo autor favorito es Octavio Paz. A partir de la obra de Gálvez y del ascenso del peronismo en la Argentina, Sarmiento dejó de ser el prócer nacional y se convirtió en la bête noire de nacionalistas y socialistas. Se lo acusó de ser el importador de la cultura dominante del Norte y el admirador incondicional de la civilización europea, pero se pasa por alto que él instituyó tempranamente la educación primaria obligatoria, gratuita y laica y se olvida fácilmente las razones que Sarmiento tenía en su tiempo para oponerse a las montoneras arbitrarias e impredecibles de los pequeños caudillos provincianos.

Mansilla leyó muy joven el Facundo de Sarmiento, y debe a este autor la primera inspiración para una crítica de la cultura política del autoritarismo y para la necesidad y prioridad de construir instituciones sólidas de carácter liberal-democrático. En la provincia de Santa Fe, de donde era oriundo Gálvez y donde Mansilla ha publicado muchos artículos en revistas culturales, se dice que la obra de este último se reduce, en el fondo, a ser una reivindicación del liberalismo de Sarmiento frente al nacionalismo identitario de Gálvez, que está otra vez en medio de un curioso renacimiento. Aquí se recuerda la proverbial frase de H. C. F. Mansilla: “En la Argentina toda política posterior a 1943 es sólo decadencia”. Parece que es una actualización de un bon mot del general y escritor Lucio V. Mansilla, héroe nacional argentino y autor de la obra clásica literaria: Una excursión a los indios ranqueles.

Durante sus estudios en Alemania (1962-1973), Mansilla conoció muchos estudiantes latinoamericanos, asiáticos y africanos. Le llamó la atención el hecho de que nacionalistas e izquierdistas de toda laya despreciaran la esfera de los derechos individuales y las libertades públicas, consagrándose a una retórica altisonante y muy popular que celebraba las maldades del imperialismo, pero que soslayaba los factores negativos de las propias tradiciones culturales.

Para volver al comienzo: la porción del logos en la obra de Mansilla está conformada por esfuerzos teóricos y analíticos. Con sus libros nuestro autor ha intentado realizar un aporte a la construcción de una consciencia crítica de problemas. Su enfoque puede ser visto como una contribución al debate contemporáneo entre las teorías que postulan la preeminencia de un modelo normativo de desarrollo (el surgido primeramente en Europa Occidental) y aquellas que proclaman la diversidad fundamental de todos los regímenes civilizatorios, que serían entre sí inconmensurables, incomparables e irreductibles a un metacriterio de entendimiento común.

Mansilla se ha situado, con algunas reservas, en la tradición crítica de las ciencias sociales, poniendo en duda las bondades de la modernidad. Ha intentado rescatar lo valioso del orden premoderno, como la religión (en cuanto fuente de sentido), la estética de lo bello y las normativas aristocráticas en variados campos. Su intención general – si existe algo así – ha sido proponer una teoría del sentido común guiado críticamente, aplicable al espacio de los asuntos histórico-sociales. Siguiendo a sus maestros de la Escuela de Frankfurt, ha evitado definiciones de los conceptos centrales, y más bien ha tratado de explicitarlos a lo largo de sus textos, a menudo de manera indirecta. Para ello menciona numerosos ejemplos políticos e históricos, que son analizados en algún detalle. Mansilla ha mostrado un marcado interés por datos empíricos y aspectos testimoniales (una herencia de su padre), y desconfía de meros edificios de palabras, por más brillantes que estas parezcan ser.

Aquí parece relevante intercalar algunos datos personales. Mansilla nació en La Plata, capital de la provincia de Buenos Aires, el 17 de noviembre de 1942. Tanto en Argentina como en Bolivia sus antepasados pertenecieron a la clase dirigente del ancien régime. La mejor herencia de su infancia fue el amor que recibió de sus padres, Hugo Mansilla Romero y Josefina Ferret d’Ara. Su padre fue ingeniero civil e hidráulico, graduado con máximos honores en la Universidad Nacional de La Plata. Durante cincuenta años fue catedrático de la Universidad Mayor de San Andrés, de la cual también fue rector en varias oportunidades. De sus padres Mansilla heredó la gran pasión por los libros, las bibliotecas y los idiomas. Hasta hoy admira los prolijos cuadernos llenos de ejercicios para aprender lenguas extranjeras de Don Hugo. Quizás se deba a este legado el interés del hijo por los detalles empíricos y la desconfianza por los edificios teóricos sin sustento tangible. Del padre dice Mansilla también haber heredado la pasión por la música clásica (sus compositores preferidos son los del padre: Mozart, Haydn, Beethoven y Tchaikovsky). De la madre admiró su religiosidad interior, exenta de ritos y supersticiones, el cariño hacia la naturaleza y la predilección por los gatos. De su hermana Graciela, quien también adora a los felinos, aprendió el valor imperecedero de las obras clásicas, tan diferente de las modas y los productos efímeros y comerciales del arte contemporáneo.

Durante la infancia viajó numerosas veces a la Argentina por ferrocarril. Aún hoy recuerda cada estación y cada paisaje del largo trayecto La Paz – Buenos Aires, que por aquel entonces duraba cinco días. Era una travesía que empezaba en el orden premoderno boliviano y terminaba en la evidente modernidad argentina: un viaje que vinculaba dos mundos muy diferentes entre sí. Sus abuelos españoles, su madre argentina, el conocimiento temprano de dos ámbitos civilizatorios muy distintos y la lectura de innumerables autores de la más diversa procedencia generaron en Mansilla un talante cosmopolita, una desconfianza hacia los nacionalismos de todo tipo y una distancia frente a las apologías del terruño, la sangre, las costumbres y la raza.

Mansilla asistió a la escuela primaria y secundaria en La Paz, en el Colegio Alemán (1949-1961). A partir de 1962 estudió ciencias políticas y obtuvo su doctorado en filosofía en la Universidad Libre de Berlin (1973). Fueron los años más dichosos de su vida, libres de problemas financieros y llenos de promesas y esperanzas. La vida, como en casi todos los mortales, se encargó de ensombrecer paulatinamente este panorama de felicidad despreocupada. La juventud preserva, aunque equivocadamente, la ilusión de la esperanza, que se diluye paulatinamente, y con ella el sentido de la existencia. Como no tuvo que trabajar regularmente, Mansilla dispuso de mucho tiempo para viajar y pensar. Puso su pie en los cinco continentes. Hoy confiesa tener una relación lúdico-erótica con la escritura y la lectura: el hecho de escribir y leer le brinda una satisfacción intensa, gratificante y duradera. Y hasta dice no le preocupan los modestos y hasta inexistentes frutos materiales que genera la actividad intelectual. Desde su primera juventud él siempre soñó con ser escritor y particularmente ensayista. Quizás a esto se deba su pasión por los moralistas franceses como Michel de Montaigne, el Cardenal de Retz, La Rochefoucauld y Voltaire, además de ensayistas contemporáneos como Hannah Arendt, Isaiah Berlin, Octavio Paz, Hans Magnus Enzensberger y Mario Vargas Llosa, con quienes nuestro autor ha reconocido una gran deuda intelectual.

En la obra de Mansilla es evidente el peso de corrientes y autores alemanes. Los filósofos clásicos alemanes, pero también Max Weber y la denominada Escuela de Frankfurt han ejercido en él una gran influencia. Sus profesores del entonces famoso Instituto de Ciencias Políticas (Otto-Suhr-Institut) de la Universidad Libre de Berlín moldearon también sus ideas y el trasfondo de sus concepciones. Muchos de sus maestros eran partidarios de la socialdemocracia alemana y fueron víctimas del nazismo, como Ernst Fraenkel y Richard Löwenthal, quienes fueron importantes teóricos del pluralismo ideológico y adversarios acérrimos de todo totalitarismo. Tal vez por ello Mansilla adoptó como las bases fundamentales de su filosofía el Estado de Derecho, el alto valor de la institucionalidad, una aversión marcada por toda forma de autoritarismo, la relevancia de los derechos humanos y la alta estimación de la Constitución alemana de mayo de 1949.

Sus largos años en la Alliance Française y sus incansables viajes por Francia le han ganado fama de ser un admirador acrítico de la civilización francesa, pero en realidad Mansilla es tributario de la cultura alemana. En el fondo comparte la opinión de Hannah Arendt, citada a menudo en sus escritos, de que los intelectuales franceses son brillantes, pero superficiales, en comparación con la profundidad de los filósofos alemanes. Esta contraposición entre la civilización francesa y la cultura alemana es algo que se pega a casi toda persona que haya estudiado en tierras germánicas. El se cree curiosamente heredero de las tradiciones culturales francesas, pero lo cierto es que su relación con el pensamiento francés es por demás ambigua y hasta fragmentaria. El aprecio de Mansilla – su clara admiración – por la civilización francesa termina con la Ilustración del siglo XVIII. En todo caso se trata más bien de un amor por un estilo literario y de vida encarnado por la nobleza francesa y sus grupos intelectuales, un estilo que ya se diluyó durante el siglo XIX. Es más bien una nostalgia a la manera de Balzac, que Mansilla ha tematizado en varias obras que elogian las usanzas y los valores de la antigua aristocracia y que censuran, al mismo tiempo, los hábitos de las nuevas élites plutocráticas y cleptocráticas, que sólo piensan a corto plazo en el enriquecimiento personal y no dejan una huella en el universo cultural.

Bajo la influencia de la Escuela de Frankfurt Mansilla desarrolló su Teoría crítica de la modernización (1986) y una Teoría crítica del poder (aparecida en 1994). En ellas pone en duda, por un lado, la trinidad sagrada de progreso, crecimiento y desarrollo, y por otro la modernidad occidental como único paradigma. De igual manera intenta preservar lo rescatable del orden premoderno y nos recuerda que los anhelos de autenticidad y autonomía terminan a menudo en resultados de mediocridad e imitación (título de uno de sus libros). En conclusión: lo criticable es un resultado perceptible en muchos países del Tercer Mundo, los cuales pretenden establecer modelos autónomos de desarrollo (la identidad colectiva está a menudo basada en un curioso pero vano designio de originalidad), pero que después de todo se limitan a imitar los paradigmas occidentales de evolución, con especial énfasis en sus aspectos técnico-económicos.

El otro de los grandes temas de Mansilla es la ecología política, derivada de una incursión a la selva tropical y del enorme cariño que en su niñez tuvo por los animales domésticos. El libro pionero de Dennis L. Meadows: The Limits to Growth (1972) le impresionó vivamente. Esta obra emergió como innovadora e importante a causa de su enfoque. En lugar de presuponer, como casi todas las teorías, que la naturaleza y sus recursos son casi ilimitados y están al servicio del desarrollo, este estudio invierte los términos en forma realista y se pregunta por las consecuencias de un desarrollo perenne a la vista de recursos finitos y de una degradación gigantesca del medio ambiente, motivada precisamente por el progreso material y sus secuelas, como el crecimiento demográfico en el Tercer Mundo (parcialmente aun de orden exponencial), que se debe también a mejoras en la salud e higiene públicas, mejoras ciertamente modestas, pero de consecuencias imprevisibles en otros ámbitos de la vida social.

El núcleo de la teoría de Mansilla es el siguiente. Desde que existe una seria reflexión histórico-filosófica de alcance mundial, es decir desde mediados del siglo XVIII, se pensaba que el desenvolvimiento de Asia, Africa y del Nuevo Mundo era explicable mediante leyes evolutivas y principios teóricos generales originados en Europa, que podrían ser aplicados, con algunas reservas, a las sociedades extra-europeas, teniendo en cuenta naturalmente un retraso típico e irremediable en las tierras de ultramar. Hasta hace pocas décadas se daba por cierto que esas normas universales eran idénticas con las secuencias de desarrollo diseñadas para Europa Occidental, donde culminaría indefectiblemente la gran historia comenzada en la Grecia clásica. No sólo las tendencias hegeliano-marxistas compartían esta idea central; derechistas de toda laya y tecnócratas apolíticos creían y creen firmemente que las naciones de Asia, Africa y América Latina están destinadas a repetir - con una lamentable demora - el adelanto ejemplar que exhibían Europa y Estados Unidos.

Mansilla pasó los años 1988 y 1989 en Europa y experimentó de cerca la declinación del comunismo y la caída del muro de Berlin. (Nos imaginamos que fue un tiempo feliz para él.) La evolución político-social posterior a 1989 y la decadencia de las grandes teorías han significado un claro rechazo a las leyes de una evolución histórica única y obligatoria, lo que conlleva también una negación de las esperanzas mesiánicas secularizadas y de las revoluciones radicales. Hay cada vez más dudas en torno a doctrinas que predican, en el fondo, un propósito y fin comunes a todos los pueblos del planeta. Este ideal de un progreso perenne satisface, por otra parte, requerimientos psíquicos elementales y por ello inevitables en todos los hombres: la seguridad de haber encontrado su lugar en el cosmos, la superación de las dudas y los conflictos, la justificación de decisiones dolorosas e inciertas. De ahí se derivó la inmensa popularidad y divulgación de esas teorías monistas del desarrollo universal.

La teoría crítica de la modernización de Mansilla quiere seguir un camino intermedio. No admite un solo precepto organizador o una visión unitaria del mundo social; trata más bien (a) de poner en cuestión los paradigmas teóricos que subyacen a todo monismo, es decir al postulado de una unidad primigenia de todos los fenómenos y, simultáneamente, (b) de postular algunas hipótesis críticas acerca de decursos evolutivos válidos para numerosos casos. Precisamente el análisis de las monstruosidades del siglo XX parece apoyar las siguientes convicciones provisorias de Mansilla: un claro escepticismo ante la dominación del mundo contemporáneo por la tecnología (la crítica de la razón instrumentalista), la desconfianza frente a los decursos evolutivos obligatorios y a las presuntas bondades del desarrollo acelerado, y finalmente la concepción de que los valores estéticos, contenidos sobre todo en la literatura y en el arte, permiten un conocimiento tan veraz y genuino como la filosofía y la ciencia. Esto ayuda a evitar dos extremos: el suponer que la realidad se reduce a lo inmediato, externo y cuantificable según datos estadísticos y el afirmar que la dimensión del presente y de la experiencia empírica es algo deleznable, efímero, superficial y sin mucha relevancia. La devaluación de la historia no llega a convencer plenamente, como tampoco la creencia en leyes evolutivas y en metas inevitables del desarrollo humano.

Para terminar: nuestro autor se mueve entre la rigurosidad académica y la pasión estética. Su vida es un nexo entre construcciones abstractas y dilemas existenciales, un intento de examinar cómo la existencia es configurada por la razón y deteriorada por el sinsentido. Pero aun así Mansilla se adhiere a una frase de Sir Isaiah Berlin, quien dijo que los escritores pueden clasificarse en zorros y erizos: "El zorro sabe muchas cosas, pero el erizo sabe una gran cosa". La simpatía de Mansilla está del lado de los simpáticos y bellos zorros.

miércoles, enero 28, 2009

Cara Sucia de José Camarlinghi : Novela infantil boliviana




Esta novela corta de 77 paginas cuenta la vida de los niños que viven en las calles,su sufrimiento y sus sueños,el mundo de la pobreza se ve representado en esta excelente novela infantil que nos ayuda a entender el dolor de los niños sumergidos en el estomago despiadado de la miseria en los paises latinoamericanos,donde las condiciones de vida son muchas veces el obstaculo para una niñez feliz.

martes, enero 27, 2009

Andanzas de Asunto Egüez




Andanzas de Asunto Eguez es una novela dentro del realismo magico caracteristico en la novelistica de Manuel Vargas,que cuenta las aventuras del personaje principal que posee un sindrome similar al que sufrio el famoso Quijote de Cervantes,es una historia muy divertida y llena de la atmosfera interna de trabajos anteriores de este escritor,para citar uno de ellos,"Rastrojos de un verano".

lunes, enero 26, 2009

Adiós a las ideologías de Gabriel Loza Telleria




Adiós a las ideologías es una novela testimonio de una época cuando los jóvenes creían en las utopías, luchaban por sus ideales y militaban orgánicamente en partidos o movimientos políticos. Es una especie de 'buscador' de memoria un poco perdida o desdibujada de la experiencia del Chile de Allende y la Bolivia del Che.
Es un recuento nostálgico de personajes, ya en su etapa de madurez y con trayectorias políticas distintas, de las viejas discusiones de la izquierda, especialmente universitaria, entre la vía pacífica y la vía armada. Sin embargo, es también una novela sentimental, de los amores de la juventud subordinados a la ideología y una especie de canto a la amistad, en medio de canciones libertarias y de protesta, en un entorno estudiantil de peñas, farras y de lucha política.
El autor, novel en el género, utiliza dos tiempos y dos espacios geográficos que se entremezclan; el golpe a Allende en Santiago y el rescate del cadáver del Che en Vallegrande, en un lenguaje ágil y simple, con énfasis más en los personajes que en la descripción de los entornos. Llama la atención la inclusión de 'un mapa de las ideologías' para no perderse en el laberinto de las internacionales comunistas, partidos, movimientos revolucionarios y escisiones políticas que en un momento del espacio histórico confluyeron para volver a dividirse en la encrucijada entre la revolución pacífica y la revolución armada." De la contratapa

domingo, enero 25, 2009

X2 : Lo que Unasur no dijo = La segunda novela de Emilio Martinez





"¿Qué sucedió realmente el 11 de septiembre en Pando?
¿Existió una planificación de los hechos?
¿Hay semejanza entre el método utilizado en El Porvenir y el empleado en octubre de 2003?
¿Qué es la estrategia de 'Guerra Social'?
¿Cuál es el verdadero papel que juega UNASUR en el continente?
¿Las FARC han participado en los movimientos violentos de Bolivia?
¿Hay intereses externos que promueven el Estado Plurinacional? ¿Cómo sería el país si se impone el proyecto de nueva Constitución?
¿Qué ganan las ONG's con las autonomías indígenas?
¿Cuál es la condición médica del presidente?
¿Qué escenarios políticos podemos esperar para el 2009?
Estas son sólo algunas de las preguntas a las que responde este libro, donde Emilio Martínez pone en escena nuevamente al persojane del 'Ciudadano X', infidente que cuenta los entretelones del evismo. El análisis del inform e la Comisión Mattarollo ocupa un lugar destacado en estas páginas, junto a la disección de la Constitución 'socal-comunitaria', datos biográficos poco conocidos de Evo Morales y una proyección de los futuros posibles que le esperan a Bolivia en el año que comienza (2009).
Las revelaciones de X2 son una guía imprescindible para entender el país que vivimos y para anticiparnos a los sucesos que vendrán." De la contratapa

sábado, enero 24, 2009

"'Sinfonía Cochabambina" de Enrique Rocha Monroy




"'Sinfonía Cochabambina' de Enrique Rocha Monroy nos ofrece una asombrosa capacidad de síntesis que le permite transmutar sus experiencias; la visión onírica de su yo y de su circunstancia en un relato contado en primera persona, en el que al mismo tiempo explora con técnica freudiana un alma atormentada por sus frustraciones, la timidez ante el sexo, el alcoholismo, la nostalgia de una juventud de sueños que resultaron imposibles y la angustia por el simple hecho de vivir en una especie de noche oscura; y analizan la triste situación sociopolítica de un país en el que la dictadura ejerce con los disidentes políticos las prácticas más abominables de la represión: el encarcelamiento y la tortura.
Constantemente funde el plano real y el simbólico, e imagina, pero sin apartar los ojos de la realidad, el terrible mito de un sapo incrustado en el vientre de una madre en cuyas experiencias sexuales participaron una serpiente y un perro.
La fuerte carga erótica del relato parte de la técnica usada por los surrealistas franceses en buscar una verdad más esencial que aquella que puede obtenerse por el uso de la razón; y, en línea de los mejores escritores hispanoamericanos- Miguel Ángel Asturias, Alejo Carpentier, García Márquez, Julio Cortázar,,,- incide en el llamado realismo mágico, en la ambición de desvelar el misterio de lo humano que subyace en la realidad. Enrique rocha ha escrito una novela que puede figurar en la más exigente antología de relatos breves, porque él ya está consagrado junto a los grandes novelistas." Fernando Carratalá, de la contratapa.

Fuente : Escaparate Cultural

viernes, enero 23, 2009

H. C. F. Mansilla y las obras de ficcion : (2)

H. C. F. Mansilla



PORQUE ME GUSTAN LAS OBRAS DE FICCION


Sostengo que la literatura y las artes representan la forma más noble y elevada de la creación humana, la realmente perdurable, la única que merecería sobrevivir a la conclusión de nuestra historia sobre la Tierra. Los productos más importantes de la filosofía y las ciencias no alcanzan ese nivel de lo excelso y sublime propio del arte. La esfera de la literatura y las artes poseen una eminencia superior a las ciencias porque está vinculada con la verdadera inmortalidad. Para escribir un voluminoso tratado en ciencias sociales se requiere de disciplina y esfuerzo, de rigor y dedicación. Pero para componer un himno (en el sentido de la Antigüedad clásica), para crear una leyenda o para inventar una epopeya resulta indispensable un toque de inspiración casi divina: el haber sido, aunque sea por un instante, el favorito de las musas.

Dentro de los géneros literarios la novela es aquel que más me gusta. El largo y a veces enmarañado texto de una novela está sometido ciertamente a criterios estéticos más laxos que el cuento o la poesía. Se parece algo al ensayo y al panfleto porque se apoya en hipótesis extraliterarias y a menudo transmite experiencias razonadas e ideas sociales, políticas y filosóficas. Lo que más me impresiona de las grandes novelas es que irradian una visión coherente del mundo junto con los avatares particulares de individuos inconfundibles.

No hay duda de los progresos de la novelística latinoamericana en las últimas décadas. Y ello se debe no sólo al excelente dominio de técnicas literarias, sino también a la cosmovisión y a la mejor formación intelectual de los grandes autores. Las obras bolivianas de ficción van por ese camino promisorio. Curiosamente la novelística boliviana no ha incursionado todavía en una gran temática: la reconstrucción de pautas de comportamiento y valores de orientación de la vieja aristocracia terrateniente, normativas que corren el peligro de desaparecer de la memoria colectiva de la nación. Y si estos asuntos emergen en las novelas del país, lo hacen bajo la forma de la caricatura. Ayer y hoy la literatura boliviana ha celebrado otras cosas: la lucha de los explotados, la vida de los campesinos y mineros y las temáticas urbanas contemporáneas de las aborrecibles clases medias, es decir motivos que me parecen trillados y hasta tediosos. Sostengo que hay que recuperar algo que es valioso, precisamente porque la mayor parte de la sociedad boliviana se niega a reconocerlo como tal: las normas aristocráticas de comportamiento, el buen gusto formado en el hogar paterno, la elegancia que viene de generaciones, la distinción que requiere de siglos para consolidarse. Estos hábitos aristocráticos - que no tienen nada de oligárquicos - están contrapuestos a las horribles usanzas de los nuevos ricos contemporáneos y de las plutocracias mafiosas que nos gobiernan.

Una visión aristocrática del mundo (en cualquier parte del planeta y en todo periodo histórico) no tiene nada de reaccionaria: en política está vinculada a una ética estricta de servicio público, su estética tiene bases más sólidas (apoyadas por un depurado buen gusto que ha resistido el paso de los siglos y las edades), y su moral está anclada en un pesimismo fundamental que no excluye el amor al prójimo, la auto-ironía y la lucidez que brinda la consciencia de la propia debilidad.

Aunque admiro diversos estilos, tiempos y corrientes, tengo una pequeña predilección por las obras de la Antigüedad clásica, del Renacimiento y de la Ilustración. Me impresionó el ideal canonizado por Johannes Winckelmann: la belleza estaría contenida en las obras que se destacan por una grandeza silenciosa y una noble sencillez. La concisión, la claridad, la falta de afectación y la precisión fueron las características de los ensayistas, los enciclopedistas y de muchos novelistas franceses (hasta Prosper Merimée), antes de que la literatura de esta gran nación cayera en manos del fárrago postmodernista. En América Latina Jorge Luis Borges y Octavio Paz se consagraron a revitalizar una literatura similar a la elegancia ateniense, que es algo muy alejado de todo barroquismo, que ahora vuelve a tener la condición de una moda obligatoria.

He leído desde mi más tierna infancia obras de ficción de la proveniencia más diversa. Supongo, por ejemplo, que conozco todos los libros de Jules Verne. Numerosos géneros y autores me han emocionado. Sería largo y tedioso nombrarlos. Pero puedo dar algunos indicios: los himnos sumerios, los mitos babilónicos, las epopeyas y las tragedias griegas clásicas, los relatos árabes de aventuras, los dramas de William Shakespeare y Pedro Calderón de la Barca, la novela realista francesa y rusa (Honoré de Balzac, Stendhal, Fjodor M. Dostoevskij, el conde Lëv N. Tol'stoj), algunos escritores que conocieron por dentro el totalitarismo comunista y lo sufrieron en carne propia (Arthur Koestler, Manès Sperber, Ignazio Silone), el teatro de autores tan disímiles como Friedrich von Schiller, Oscar Wilde, Albert Camus, Jean Anouilh, Samuel Beckett y Eugène Ionesco, las novelas de Daniel Defoe, Joseph Roth, Thomas Mann, Max Frisch, Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez, las biografías de Stefan Zweig, los cuentos de Jorge Luis Borges. Y, naturalmente, algunos filósofos y ensayistas muy cercanos a la creación literaria, como el divino Platón, Michel de Montaigne, el duque de La Rochefoucauld, Voltaire, Hans Magnus Enzensberger, Octavio Paz. En suma: el canon occidental. El motivo primordial de esta elección es simple: la calidad y la profundidad de estas obras, perceptibles desde la primera página.

jueves, enero 22, 2009

Would you help me stand . If I saw you in heaven,Argentina (Cuento inedito)





Por Miguel Lundin Peredo


En esta guerra nos matamos amor mio,me dices que quieres perdonar el pecado de tu presidente de enviarte al coliseo romano de los soldados cegados por el odio,nos conocimos hace años en Londres,y ahora en la isla de las malvinas eres una capitana que esta al mando del escuadron britanico que me fusilara,me miras llorando,pero le dices a el peloton de fusilamiento que es el viento de la isla que te hace tener lagrimas imprevistas,nos quedara siempre el recuerdo de tazas de café cerca del Big Beng escuchando canciones de Eric Clapton en la memoria de nuestros zapatos de charol caminando sobre las calles que nos llevarian hasta la catedral principal,cada vez que me miras,siento que se proyecta la vida en cada bala que ingresara en mi cuerpo,somos felices en el caos del dolor con la melancolia de morir en este mundo y vivir sin la paz que nos hace enemigos.Tiene un quejido mi dulce tierra argentina,oye el grito de mi sangre,el canto del dolor que hay en mi alma,escucho los disparos,y sueño con tu nombre en la tormenta de mi abrazo inesperado con el ataúd de las tragedias humanas,la melancolia,me quita el nombre de tu cuerpo,la tierra me duele,las islas Malvinas suspiran por mi muerte,pero muero con la tranquilidad de sentir tu presencia en mi hora final.

miércoles, enero 21, 2009

Joaquín Aguirre Lavayén presenta "Guano Maldito"




Joaquín Aguirre Lavayén : La escatologia politica en "Guano Maldito"

Por Willy O. Muñoz

Joaquín Aguirre Lavayén escribió "Guano Maldito" inicialmente en forma de novela en 1976. Años más tarde nos ofrece una versión dramatizada, la que fue puesta en escena por el elenco boliviano Casateatro inmediatamente antes de su publicación en 1986. La obra toma la forma de un juicio de responsabilidades que tiene lugar con motivo del centenario de la pérdida del litoral boliviano. O sea que el texto está basado en los hechos históricos que culminan con la guerra del Pacífico, en 1879. El propósito de este estudio es analizar las técnicas del teatro épico propuestas por Brecht que se encuentran en este texto para señalar su propósito didáctico, el que tiene una radical importancia en el contexto boliviano actual. A manera de introducción el dramaturgo mismo señala que Guano maldito revive la tragicomedia de aquellos pueblos subdesarrollados atrapados en la codicia del guano, el excremento de pájaros marinos acumulado por siglos en las costas de Bolivia, Chile y Perú, el que sirvió de abono para fertilizar los campos europeos. Los negocios de las trasnacionales, según Aguirre Lavayén, transforma el excremento de Sud América en el oro que termina en las arcas europeas (15-6).1A pesar de que lo que se va a juzgar en esta pieza es el grado de responsabilidad de los personajes históricos bolivianos, el juicio mismo es efectuado por seres sobrenaturales. El Gran Maestro, vestido de túnica blanca, parece un dios, y su asistente, Gabriel, es un ser alado. Para lograr su propósito, estos personajes serán secundados por un Pelícano que tiene más de cuatrocientos años, y que fue testigo de los hechos históricos. La sorprendente mezcla de lo sobrenatural con lo histórico tiene por objeto urgir al lector/espectador que mantenga una postura crítica con relación al texto discursivo/espectacular. Antes de abrirse el telón, sale un Lector al proscenio y lee el siguiente parlamento del libro Guano maldito: "¡Bolivia! Perdiste tus costas .. . Perdiste tus puertos sobre el Océano Pacífico.¡Bolivia!Patria por cien años
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132 LATIN AMERICAN THEATRE REVIEW enclaustrada. ¿Quién te dejó asfixiada? .. . ¿Fueron ellos? . .. ¿Fuimos nosotros?" (23). Desde un principio el drama establece a su destinatario, el boliviano, quien debe identificar y enjuiciar a los responsables pasados y presentes de la mediterraneidad de Bolivia Al romperse la cuarta pared, la puesta en escena crea una relación dialógica entre lo presentado en el escenario y la realidad del lector/espectador, dialogismo destinado a motivar la meditación y la acción de parte del público. De acuerdo con la economía de este drama, los lectores/espectadores no están exentos de culpa, de manera que Guano maldito deviene el gran espejo en el que se miran los que se acercan a este drama Siguiendo la modalidad de la representación del teatro épico, en Guano maldito se trata de interrumpir el avance de la acción. En esta pieza, ni bien comienza la acción, ésta se detiene paradar lugar a la proyección cinematográfica de una costa marítima, mientras que el conocidísimo vals, "Yo quiero un mar para Bolivia," se escucha en los altoparlantes.El público identifica inmediatamente el mar como el caro objeto perdido, sentido de pérdida que es reforzado por la letra del vals. Dichas estrategias urgen al público a asociar la obra con el contexto en el que la obra es representada. Sin embargo, el vínculo que relaciona la acción que tiene lugar en el escenario con las necesidades del público es desvirtuado por la aparición en escena de seres sobrenaturales. En este caso, la mezcla de lo histórico con lo fantástico está destinada a producir extrañeza en el público. El público que esperaba un riguroso juicio de responsabilidades experimenta los efectos del Verfremdung, el que según Brecht es "una forma de representación a través de la cual lo familiar se convirtiese en sorprendente y lo habitual en asombroso. Aquello con lo que nos hallamos todos los días debía producir un efecto peculiar, y muchas cosas que parecían naturales debían ser reconocidas como artificiales" (citado de de Toro 29).2Vale decir, en esta obra lo histórico y lo fantástico están relacionados sintagmáticamente como si fueran realidades afines con el propósito de desfamiliarizar al lector/espectador y evitar así que se deje hipnotizar por la acostumbrada ilusión de lo representado. De esta manera se fuerza al destinatario del discurso teatral a distanciarse de lo representado para razonar sobre la acción que está presenciando y aplicarlo a su propia realidad. En el teatro aristotélico, los espectadores se identifican con los personajes por medio de la ilusión de que la acción que están presenciando tiene lugar en ese momento, como si estuviera sucediendo por primera vez, mientras que en el teatro épico se recuerda constantemente a los espectadores que no están presenciando eventos que ocurren ante sus ojos, sino hechos que acontecieron en el pasado; que lo que están viendo es el reportaje, la narración de tales hechos pretéritos (Esslin 115). En Guano maldito, el Gran Maestro y Gabriel se valen del viejo Pelícano para llevar a cabo el juicio de responsabilidades, el que

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SPRING 1993 133 "narrará"lo que ha visto durante los años de la guerra del Pacífico. Para facilitar el relato de los hechos históricos, el Pelícano pide al Gran Maestro que le permita utilizar unos actores desocupados, los que suben de la platea y reciben su vestuario para "revivir" sobre un viejo muelle, utilizado como escenario, el juicio de los cien años (41-2). Esta estrategia hace que los espectadores tomen conciencia de que están en el teatro, puesto que la representación que presencian se encarga de mostrarles el mecanismo teatral y sus elementos constitutivos; recordarles, por ejemplo, que la acción es representada por actores, los que gracias a un vestuario apropiado pueden hacer el papel de personajes históricos. La reflexividad de esta pieza establece un doble sistema de comunicación basado en la diferencia espacial que existe en el acto espectacular: por una parte se da una comunicación interna entre los personajes del drama a la par de otra comunicación externa entre el escenario y la platea. Este doble sistema de comunicación es logrado gracias a la forma de la representación de este drama, la que cae dentro de la modalidad espectacular que María Voda Capusan llama "framed play." El teatro enmarcado se caracteriza por ocupar la totalidad del escenario, pero la continuidad de lo representado es frecuentemente interrumpida por prólogos, epílogos, cantos y otras formas de dirigirse directamente al público. La comunicación explícita con la platea crea una fuerza centrífuga que solidariza la acción que tiene lugar en el escenario con los intereses sociales del público (101-03). Por otra parte, la acción de Guano maldito no es causal ni continua, sino que, debido a su estructura épica, es episódica. Puesto que no se precisa construir una obra que cree suspenso, la acción de esta pieza avanza por medio de fragmentos cortos que no necesitan tener una continuidad lógica, puesto que cada fragmento es independiente y no requiere de otros elementos fuera de sí para completarse o para adquirir un significado. El montaje, o la yuxtaposición episódica de la obra, produce tal flexibilidad que permite a la obra presentar los más diversos lugares, tiempos y personajes con bastante economía. Por ejemplo, el Pelícano narrador para ilustrar un episodio de la historia dice al público: "Veamos qué opina el Ministro de Relaciones de Chile, doctor Antonio Varas, acerca de los títulos bolivianos en el Litoral del Pacífico. Estamos en Santiago de Chile, año 1857." Acto seguido se dirige al escenario donde están los actores desocupados vestidos con sus vestimentas correspondientes inmóviles como estatuas. Entonces el Pelícano los "revive" para que reconstruyan un determinado evento del pasado por medio de su actuación (SO). Mediante la representación episódica los espectadores pueden presenciar en rápida sucesión los negocios de las autoridades bolivianas con empresas europeas, transacciones en las que se da prioridad a las ganancias personales que al bienestar de la nación.

martes, enero 20, 2009

La Chaskañawi que deseaba cantar covers de Xuxa en Sipiripi (Cuento Inedito)




Por Miguel Lundin Peredo


Remigia caminaba por las calles de la ciudad,con un disco de Xuxa debajo del brazo,que habia comprado en el mercado Los Pozos,esa tarde habian sucedido un poco de cosas improvisadas en su vida de vendedora de frutas en el mercado Ramafa,un hombre se acerco a ella,dijo que era un cazador de talentos,y le pidio que cantara alguna cancion, ella canto una cancion de Sabina,y el hombre quedo enamorado de su voz,le dio dinero para que se marchara en buss hasta el set de filmacion del programa infantil llamado Sipiripi en el viejo canal ATB de Santa Cruz de la sierra,la muchacha de origen potosino, salio de la venta de frutas de su madre,con rumbo a la peluqueria, se pinto los cabellos con el brillo del color dorado del sol y se fue a una tienda de disfraces a buscar un uniforme similar a los que usaba Xuxa,pago por el alquiler de 28 horas del uniforme y se marcho hacia el canal,en su trayecto fue asaltada por un grupo de adolecentes criminales que le pidieron que cante para ellos,mientras ellos bebian sentados al lado de una hoguera,la potosina cantaba mientras mirando su reloj pulsera,estaba atrasada,tenia que hacer alguna maniobra astuta para escapar de esos pandilleros,le dijo a el lider que le haria una felacion detras de un arbol viejo, el lider,borracho se marcho con ella agarrando su cintura,ella le pidio al lider que cerrara los ojos y cuando el criminal lo hizo, ella le dio un golpe de karate en la nuca que lo dejo inconciente, despues se marcho ocultandose en los arbustos,cuando tomo un buss con rumbo al canal ATB,el conductor del micro, se volvio loco y comenzo a decir que era un sirviente de una liga de masones cochabambinos, el conductor estaba vestido de caballero templario y habia tomado como rehenes a los pasajeros,la policia seguia el micro,y los helicopteros gritaban desde el cielo que se detenga,que dejara de comer la locura de intentar impactar el micro contra las oficinas de Cotas,porque ellos le habian comprado 20 pesos que el no debia pagar,era una factura realizada por un error en la computadora de Cotas,el micrero,decia frases de novelas de caballeria,mientras Remigia Asufadolfi pensaba como liberarse de ese problema,lo que ella queria era cantar en el programa de ATB,se acerco al chofer y comenzo a luchar con el,le dio un golpe en la cabeza que lo dejo dormido,despues conducio el buss hasta la estacion de policia,alli estaciono el micro y los policias le dieron las gracias y como recompensa le compraron un vaso de Somo y un masaco de yuca,ella se marcho corriendo hacia una moto de un policia de transito y se fue al canal,los policias no intentaron perseguirla,despues de todo era una heroina,manejando la moto Harley Davidson recibio una llamada de un policia qu estaba en el mercado Los Pozos en un tiroteo,vio que esa moto tenia misiles y se dirigio al tiroteo,llego y uso sus misiles para destruir los tanques de un grupo terrorista de Cotoca,despues le pidio a un sargento novato que le prestara una moneda de un 1 peso boliviano para comprar un LP de Xuxa,el policia tenia que ir a la maternidad para presenciar el nacimiento de su hija,la potosina le entrego la moto y se marcho caminando a ATB,llego al canal de television cuando habian terminado de grabar el programa infantil,el cazador de talentos,vio que estaba con la cara sucia y le dijo que se marchara a lavarse la cara.
Ella mientras se lavaba escuchaba que el cazador de talentos planeaba llevarla al festival de Cosquin si ella se convertia en un exito musical,ella dijo que estaba cansada,el hombre le dijo que podia ser grabada cantada y mostrar su cover en el programa de la proxima semana,la potosina salio del baño le entrego el LP de Xuxa y se fue sin despedirse,habia decidido ingresar las tropas de elite de la policia cruceña,eso le proporcianaba mas emocion y adrenalina que cantar covers de Xuxa en un programa infantil,Remigia rompio la ventanilla de un auto Ford modelo 90 y aprendiendo lo que le enseño un primo especializado en robar autos en La Paz,se marcho a buscar trabajo en la policia local,mientras escuchaba una cancion de Guisela Santa Cruz en la radio Fides.
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