miércoles, septiembre 26, 2012

Rodrigo Hasbún: “No quiero vivir de mis libros”

Hace 12 años que escribe un diario personal en unos cuadernos específicos que compra en Chile. Son escolares, espiralados, con páginas cuadriculadas. Tiene como 30 cuadernos escritos.....






Por An­dres Hax



El escritor boliviano Rodrigo Hasbún (Cochabamba, 1981) es un caballero elegantemente y amablemente torturado. Por lo menos eso demuestra en la situación de entrevista periodística. Su novela, “El lugar del cuerpo”, publicada originalmente en Bolivia en 2007 recién ha sido editada en la Argentina por el sello Alfaguara. Además, tiene publicadas dos colecciones de cuentos y es guionista de dos películas, una de las cuales (Los viejos) se exhibió en el último Bafici.  Hasbún visitó recientemente la ciudad para participar en el Festival Internacional de Literatura de Buenos Aires (Filba). Hablamos con él en un coqueto hotel boutique de la Recoleta, en el en que se hospedaron todos los escritores extranjeros invitados al festival, entre ellos Fernando Vallejo y Margo Glantz. Varios circulaban por allí como personajes de una novela de Thomas Mann, mientras charlábamos con Hasbún en un salón con vista a la calle Uruguay.
Hace cuatro años que Hasbún vive en Ithaca, Nueva York, donde cursa un doctorado en literatura latinoamericana en la universidad de Cornell. Le preguntamos cómo se siente allí y cuales son sus planes. Con su voz callada y pausada, contesta sinceramente: “Me funciona bien la distancia. Me ayuda a ver a Bolivia, a Latinoamérica y a mi mismo de manera distinta. Como escritor creo que esa extranjería es muy saludable. Pero no sé si quiero quedarme en los Estados Unidos. No sé si quiero volver a Bolivia. Estoy muy confundido”.
Tal vez la escritura más importante de Rodrigo Hasbún estará oculta para siempre para sus lectores. Hace 12 años que escribe un diario personal en unos cuadernos específicos que compra en Chile. Son escolares, espiralados con páginas cuadriculadas. Tiene como 30 cuadernos escritos, bien guardados en la casa de sus padres en Bolivia. Mencionamos este detalle porque es un tema central en la vida de Hasbún. En este lugar privado, silencioso, sin público, es donde se siente más a gusto como escritor. De hecho, al hablar del tema es el único momento de la entrevista en el que Hasbún levanta la cabeza y sonríe. Hablando de sus cuadernos se relaja y se ríe y sus palabras fluyen rápidas y sin censor interno: “Es una escritura que me funciona en varios sentidos. Personalmente me alivia, me desahoga. Es una especie de registro cotidiano. Tengo una memoria muy mala, entonces me sirve el diario en ese sentido. Es un lugar donde exploro literariamente…”
Además, Hasbún esta pensando en hacer su tesis de doctorado justamente sobre los diarios íntimos de escritores latinoamericanos. Durante su visita a Buenos Aires va a intentar conseguir el gigantesco diario de Bioy Casares sobre Borges. Pero por más que sea una escritura privada e invisible, la de los diarios de Hasbún, es la base para toda su escritura pública. Nos cuenta: “Antes funcionaba como un laboratorio, pero ahora es cada vez más personal, aunque al mismo tiempo es un lugar donde me miro a mi mismo como si fuera otro. Y eso es algo que me fascina de los diarios. No es necesariamente un lugar donde me encuentro a mi mismo sino un lugar donde me extravío. Me gusta extraviarme allí. Me gusta perderme en esa escritura, no reconocerme. No recordar cuando escribí alguna de las entradas.”
Pero, a pesar de la resistencia de Hasbún, nos encontramos obligados de hacerle las preguntas de rigor. Amablemente torturado, las contestó todas.
Salió tu novela ahora en la Argentina, ¿estás contento?
Me alegra mucho que haya salido una edición de la novela, que es básicamente la historia de Elena, una mujer vieja, escritora que en algún momento decide confrontarse a si misma y confrontar su pasado, ver quién ha sido, quiénes son las mujeres que han ido ocupando el lugar de su cuerpo. Ella está muy marcada por los abusos que sufrió en su infancia. Y después de décadas de silencio decide confrontarlo finalmente. Está enferma y siente que es un buen momento para hablar y para mirarse a si misma.
¿Cómo convives ahora con la novela, cinco años después de su edición? ¿La vuelves a leer, por ejemplo, ahora que se reedita?
No, no vuelvo a leerla. Pero es, de mis libros, con el menos peleado estoy. No creo que reeditaría mi primer libro de cuentos, pero en cambio, la novela sí. Me gusta lo ajena que es, en cierto sentido, siendo que Elena es un personaje muy fuerte, una voz muy fuerte, eso me alivia y me la hace tolerable.
 ¿Y cómo nació la novela? ¿Cómo elegiste una protagonista mujer?
No creo que haya elegido nada. Me llegó la imagen inicial; en realidad, me llegó la primera frase: Se metió en su cama y le hizo cosas que ella no quería. Sentí que había una novela, así que la escribí muy pronto, como en tres semanas, sin ningún plan de la novela, ninguna estructura preconcebida… Fueron tres semanas de escritura febril, muy intensa.
¿Fue ese el primer borrador?
El primer borrador.
¿Y cómo fueron esas tres semanas de escribir?
Yo estuve viviendo entre 2004 y 2005 en Barcelona, haciendo un posgrado allá, y había vuelto recién a Bolivia. Y ese regreso había sido muy intenso. Volver a estar en los lugares que son tuyos, pero sentirte un poco enajenado después de un tiempo de estar lejos. Y siento que esa enajenación es fundamental para la novela, porque Elena es una mujer muy enajenada. Una mujer que se siente fuera de lugar en todas partes. Se siente muy extranjera en el extranjero pero también en su propia casa… Me encerré tres semanas en casa —no estaba trabajando todavía— escribí esa primera versión. Escribí un par de horas, dos tres horas. Salía a caminar un poco a distraerme. Almorzaba y volvía a escribir. Y después de eso la trabajé varios años.
¡Varios años!
Sí, la trabajé varios años. Tiene muchas versiones. Corté mucho. Era bastante más extensa. Se centraba en varios personajes antes. En el hermano, en los padres. Y luego decidí que la que realmente importaba era Elena. Así que decidí adoptar un poco su punto de vista, su mirada y su voz. Y luego en algún momento de entusiasmo, que son muy infrecuentes, decidí mandarla a este concurso y salió premiada y se publicó.
¿Cómo fue la reacción a la novela en Bolivia?
Cuando escribí la novela tenía la sensación que la literatura boliviana era demasiada pudorosa, demasiado tímida y que prefería no mirar hacía ciertos lugares. Y yo siento que escribí la novela, en cierta medida, en contra de eso, en una respuesta a eso. Es una novela muy explicita, muy dura, muy sexual. Muy impúdica. Muy personal en más de un modo. Y entonces la respuesta fue extraña. Hubo gente que se escandalizó un poco y gente que se sintió un poco ofendida. Hubo gente que la clasificó de pornográfica. Pero al mismo tiempo, creo que fue una intervención saludable en el campo literario boliviano. Hubo una muy buena respuesta crítica y buena respuesta de los lectores y una discusión en torno a lo que la novela proponía.
¿Y para tu escritura qué significó escribir esta novela? ¿Qué habías escrito antes y que escribiste después?
Yo había escrito antes un libro de cuentos que se llama Cinco y que salió en el 2006. Publiqué la novela en el 2007. Y luego pasaron como cuatro, cinco años hasta que publiqué mi segundo libro de cuentos. Tengo un par de libros inéditos que no me funcionan bien todavía, entonces los estoy trabajando, viendo si en algún momento puedo publicarlos o no.
¿Que son?
Son dos novelas. No me gustan nada. Estoy muy peleado con ellas.
¿Cómo es ese proceso de decidir cuándo funciona o no?
A mi lo que me gusta es esperar. No me gusta publicar nada inmediatamente después de escribirlo, porque es una perspectiva muy engañosa la que tienes. Generalmente justo después de escribir algo piensas que está muy bien. Entonces me gusta esperar un par de años y leerla ya con cierta distancia y trabajarla con cierta distancia. Más como lector o montajista que como escritor.
Es admirable eso. Hay mucha gente muy ansiosa por publicar rápidamente y todo lo que puedan…
Sí, hay demasiada prisa ahora.
¿Cómo llegaste a tener esa actitud? ¿Te sale naturalmente, o te lo autoimpones como una disciplina?
No sé de donde viene, pero yo desde el principio tuve claro que no había que apurarse, que es bueno esperar. Es bueno moverse como lector y que esos distintos lectores vuelvan al libro para poner a prueba el libro.
Sé que eres medio escéptico sobre la figura del autor. ¿Hay algo en estos festivales que te sirve para crecer como escritor? ¿Ves cómo va cambiando la vida de tu novela?
Un poco por temperamento me incomoda mucho que la figura del escritor sea tan pública. Sobre todo en el contexto latinoamericano. Que tenga que intervenir tanto el escritor fuera de su libro. Lastimosamente, el sistema está montado así. Pero debido a mi visita a Buenos Aires tengo una edición argentina de la novela y se distribuye mi libro de cuentos acá… entonces en mi caso, más allá del placer de ver a viejos amigos, de hacer amigos y de entablar un diálogo transnacional, más allá de eso… es casi la parte que me gusta menos del trabajo de escritor.
¿Pero te ayuda para saber cómo funcionó la novela? ¿Si es buena o no? 
Lo que pasa es que una vez que publicas el libro deja de ser tuyo.
¿Eso lo crees sinceramente?
Sí, lo creo sinceramente. El libro ya ha dejado de ser mío. Es de quién se anime a leerlo.
¿Cuál es la vida ideal, entonces, para alguien que quisiera escribir sin prisa, cómo te lo propones? Porque en ese caso, no vas a ganarte la vida como escritor. ¿La vida académica ha sido tu respuesta?
Ésa fue mi respuesta y es una respuesta que estoy cuestionándome ahora mismo. Porque el mundo académico es muy exigente también, muy demandante, y me deja poca energía para la escritura de ficción. Ahora mismo me estoy preguntando qué hacer. No se si quiero seguir con una carrera académica. Si quiero buscar alguna otra vía económica. Porque la vía literaria la tengo clara. No tengo ningún apuro. No sé cuándo publicaré un próximo libro. No quiero vivir de mis libros. No tengo ninguna aspiración económica en ese sentido. No quiero depender económicamente de ellos.
Sin embargo ésa es tu esencia. La ficción. ¿Es el centro de tu vida?
Sí, es el centro absoluto de todo. A pesar de que soy un escritor que escribe poco, un escritor lento, es el centro absoluto.
Tomado de Revista Ñ
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