viernes, abril 04, 2014

El compulsivo lector que tiene como esposa a la narrativa y a la poesía como su amante


 
 
Fuente de la noticia : Periódico Cambio/ Bolivia

“La comunión que se entabla entre el lector y el autor a través del libro impreso es mágica y espiritual. Sostener un libro es sostener un mundo y por eso no va a desaparecer.
Homero Carvalho Oliva
Escritor

Las letras bolivianas actuales encuentran en Homero Carvalho a uno de sus principales representantes. Lector y escritor de profesión, sencillo y preciso, muy activo y en movimiento permanente entre Santa Cruz, La Paz o donde sea que sus actividades literarias lo lleven, ocasiones en las que se muestra atento y dispuesto a brindar su tiempo a lectores y prensa que lo solicitan. Nació en Santa Ana del Yacuma en 1957, y a través de cuentos, poemas, novelas y otros escritos acostumbra expresar los dictámenes de su alma.

El autor contó a Cambio los motivos y formas en que desarrolla su hacer literario. Comentó sobre las letras nacionales actuales, las nuevas tecnologías con su aporte al mundo de los libros y sus proyectos, entre los que están una antología de autores que hablan sobre Bolivia y un poemario que rescata la cosmovisión aymara.  

Poesía, cuento, novela, columnas en periódicos, colaboraciones como invitado, en fin, tus letras son prolíficas, pero ¿qué es lo que te mueve a escribir?

Escribo cuando tengo algo que decir, algo que contar, algo que responder a mi alma, algo que comunicar o algo de opinar y cuando las palabras ya se salen de mi boca y de mis dedos; entonces escribo porque no tengo más remedio. La narrativa es como mi esposa, al final de la jornada llegaré a mi casa y allí estará ella, fiel y cariñosa. La poesía es como una amante, bella y difícil, a la que tengo que conquistar constantemente; pero, también, hay ocasiones en que ella se aparece, sin previo aviso y, entonces, no puedo decirle que no. Cada vez que escribo poesía me siento infiel.

¿Cuánto tiempo dedicas a escribir y leer?

Desde hace seis años, leo y escribo unas ocho horas al día. Me levanto a las seis de la mañana, entro a Internet, reviso la prensa nacional e internacional; mis correos, mi Facebook y luego los textos en los que estoy trabajando: columnas, cuentos, poemas o mi última novela. Luego leo durante el día, me gusta leer recostado en mi cama.

¿Cómo te adentras en la lectura? ¿Cuáles fueron las lecturas que en tu juventud encendieron esta chispa en ti?
Soy un lector compulsivo, leo todo lo que encuentro; sin embargo, ahora no me obligo a terminar de leer lo que no me gusta, lo dejo y sigo con otro libro porque hay tanto para leer. Como escritor soy de la generación que creció leyendo al boom latinoamericano. Los escritores que me marcaron en narrativa son Chejov, Maupassant, García Márquez, Rulfo, Vargas Llosa, Borges, Onetti, Cortázar y también Faulkner, Hemingway y Peter Handke. En poesía, entre otros, son Neruda, Octavio Paz, César Vallejo, Miguel Hernández, Antonio Machado, Walt Whitman. En Bolivia, Augusto Céspedes, Carlos Medinacelli, Jaime Saenz y Raúl Otero Reiche.

¿Cómo es tu vida familiar?

Apacible y feliz; después de 26 años de matrimonio hemos llegado a la comprensión y a la tolerancia. Llevo una tremenda relación con mis hijos. Me siento feliz con mi familia y con la literatura, pues gracias a ellas he logrado ganar premios en los tres géneros: novela, cuento y poesía.

¿Cuál es tu lugar favorito de Bolivia y por qué?

Tengo dos lugares favoritos. Las ciudades de La Paz y Santa Cruz de la Sierra, la primera fue mi primer amor y siempre que puedo retorno a ella y la segunda es mi actual y creo que mi último amor. En ambas ciudades me gusta la gente que las habitan, porque ellas hacen el paisaje y marcan el ritmo urbano.

¿Cuál es tu diagnóstico de la literatura boliviana de hoy?

Creo que la literatura boliviana ha alcanzado su madurez, posee muchos registros que van desde lo histórico hasta lo fantástico y la ciencia ficción. La democracia ha contribuido a esto liberándonos del compromiso de escribir contra las dictaduras. Ahora podemos escribir de lo que nos dé la gana; el compromiso es hacerlo bien, por el lector y por nosotros mismos. Nuestra literatura está pasando por un buen momento, tenemos muy buenos narradores y poetas. Eso lo he podido comprobar tanto con mis lecturas, así como en los festivales de poesía a los que he asistido. Lo que nos hace falta es crear una conciencia de literatura nacional, como dice Ángel Rama —citado por Adolfo Cáceres Romero— “si la crítica no construye obras, si construye una literatura”, lo que nos falta es que los críticos vayan construyendo nuestra literatura.
¿Qué proyectos tienes por delante?
Una antología llamada Bolivia, producto de tres años de investigación, en la que incluyo a 55 autores, todos ellos hablando de nuestro país; incluso tres premios Nobel de literatura: Mario Vargas Llosa, Pablo Neruda y Miguel Ángel Asturias; además de poetas como Rubén Darío y Allen Gisnberg. Un poemario titulado Quipus, que rescata la cosmovisión andina aymara, y que lleva comentarios de Juan de Dios Yapita y Elvira Espejo.

¿Cuál de tus obras fue la que más trabajo te costó completar?

Mi primera novela, Memoria de los espejos, no sabía las técnicas y la estructura de la misma y tuve que aprender a medida que la escribía. Tardé cerca de tres años y tuve mi recompensa porque en 1995 ganó el Premio Nacional de Novela.

A tu modo de ver, ¿cuál es el impacto de las nuevas tecnologías en la difusión y promoción de literatura?

Creo que sirven para difundir con mayor eficiencia y rapidez la literatura. Sin embargo, en estos últimos años se ha estado publicando en papel mucho más que en el pasado inmediato. El soporte digital o electrónico es simplemente una alternativa. Alternativa que los jóvenes la han apropiado a su mundo. Sin embargo, la comunión que se entabla entre el lector y el autor a través del libro impreso es mágica, es espiritual. Sostener un libro es sostener un mundo y por eso no va a desaparecer y esto lo he comprobado en los talleres literarios que dirijo en universidades, bibliotecas de barrios y comunidades campesinas. La lección que he aprendido de los niños, niñas y jóvenes es que mientras existan seres humanos el futuro de los libros está garantizado porque la literatura es inherente a la existencia.

¿Cómo promover la lectura en la niñez y juventud? ¿Son las políticas gubernamentales y municipales suficientes? ¿Qué otras medidas considera oportunas y necesarias?

La lectura no es solamente un trabajo de los profesores, la familia es esencial en el proceso. Si un niño tiene a la mano frutas las va a comer, se va a alimentar con ellas y lo mismo sucede con los libros. Si hay libros a la mano, el niño los va a leer. Se debe buscar el apoyo de programas en la televisión, como TV Culturas.   

¿Qué verso de tu autoría te define?

“Soy el que ha dejado atrás a los conocidos/ hundidos en las apariencias cotidianas/ y se ha despojado de las estúpidas soberbias/ porque ha comprendido que todas las pesadillas/ provienen de la vanidad y de los halagos”. Es un fragmento de mi poemario Diario de los caminos.

¿En qué radica la magia y encanto de Santa Ana del Yacuma?

Cuando el cielo está despejado y miro los caminos de las estrellas, recuerdo a mi pueblo, una pequeña ciudad fundada por los jesuitas en el centro mismo de los Reinos Dorados; los guerreros de San Ignacio de Loyola la bautizaron con el nombre de la abuela de Jesús y los movimas le dieron el apellido del río. Citando a Platón, mi padre afirmaba que los movimas son los descendientes de los atlantes y, en estos tiempos virtuales nuevos buscadores de leyendas lo reiteran. En Santa Ana, a tres cuadras de la plaza, en el patio del hogar donde nací, mi madre, Janola, enterró mi ombligo para que nunca olvide de dónde vengo y siempre vuelva al solar.

La palabra es sin duda tu pasión, ¿qué otras artes, labores o pasatiempos  ocupan tu atención? ¿Y cómo combinas estos haceres con las letras?

Mi única pasión es la literatura y a ella le dedico mi trabajo y mi tiempo libre. Los domingos voy al cine o veo una película en casa.

Todos tenemos un ‘baúl’ en el que guardamos objetos y recuerdos que nos llevan a tiempos y situaciones pasadas, y en el que de vez en cuando vamos colocando nuevas cosas, ¿qué hay en el baúl de Homero?

En mi ‘baúl’ nunca se acaban las preguntas: ¿Por qué somos lo que somos? ¿Elegimos ser o nacemos así? ¿Elegí ser escritor o las palabras me eligieron? Son preguntas que exigen un viaje al pasado y, a veces, las evitamos por temor a avergonzarnos por lo que podamos encontrar. Sin embargo, me las hago y, a veces, la literatura me otorga las respuestas, y tienen que ver con la vocación y el destino. En mi libro de microcuentos La última cena tengo uno que se llama Decisión: “Todos los días, al despertar, me pregunto quién soy y, entonces, decido ser alguien”.

“Todos los días, al despertar, me pregunto quién soy, y entonces decido ser alguien".   
Homero Carvalho
Escritor


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