domingo, septiembre 27, 2015

Reseña literaria a la cuarta novela de Amalia Decker llamada : "Mamá,Cuéntame otra vez"






Por Luis González Quintanilla

Cuando Javier Cercas, escritor, periodista y académico de la Lengua española, publicó su conocido libro sobre el golpe del coronel Tejero contra la incipiente democracia en España (“Anatomía de un instante”), hubo discusiones largas y sostenidas en el ámbito literario sobre el género en el cual el autor había encuadrado ese relato que alcanzó altos niveles de difusión. Muchos sostenían que el libro era una crónica periodística a modo de gran reportaje; otros afirmaban que, sin duda, podría acotarse como un trabajo de investigación histórica; había quienes lo circunscribían a un análisis político de la transición; los más puristas le daban el carácter de una novela histórica. El autor no supo, o no quiso, dar la razón a nadie. Confesó que sólo pretendió relatar ese día de susto colectivo que los españoles vivieron el 23 de febrero de 1981 y de sus circunstancias. El libro, empero, fue reconocido como un suceso editorial porque tenía mucho que decir, muchas cosas que contar.


De la nueva obra de Amalia Decker, “Mamá, cuéntame otra vez” (Editorial Quipus, 2015) se puede decir un poco de lo mismo, con las salvedades pertinentes. Tiene la estructura de una novela, con una potente voz narrativa que une el coro de testimonios que cuentan el transcurrir de una importante y no tan lejana página de la historia de nuestro país. El personaje narrador, una joven de nuestros días que no conoció otras épocas bolivianas que las de la democracia, es al mismo tiempo protagonista de la ficción, donde se va desbrozando una telaraña de secretos de ayer a un ritmo penetrante. Los retos de un amor apasionado, con bien acabadas páginas eróticas, las que finalmente nos hacen asomar a una trama de misterio que se zanja al final de la novela. La voz de la narradora nos hace cruzar los caminos que 40 años antes recorrieron su madre y muchos jóvenes bolivianos: una crónica muy fresca de esos momentos convulsos de la historia del país, con la presencia de personajes históricos y actores políticos reales.

Fue la época en que se mandó a convertir la cordillera de los Andes en una nueva Sierra Maestra, el escenario primitivo del mito del guerrillero heroico. La narración nos hace cabalgar al lado de los tiempos de ese hombre, aún hoy un ícono universal, mezcla de profesional revolucionario, generoso e intransigente, romántico y un poco loco, que pagaría sus errores políticos con su vida en los yermos rincones de La Higuera, al sudeste del país. Pero, sobre todo, el relato está compuesto por pedazos de las experiencias de quienes a la muerte del Che, cogieron su fusil, sus ideas y sus métodos absolutistas. Se cuentan en el libro de Amalia Decker --alejados del tono épico o del panfleto condenatorio-- hechos de protagonistas reales de la segunda parte de la guerrilla boliviana, la que se formó alrededor de Teoponte y su contexto urbano. Un transcurrir que se debate entre el coraje, el horror y la farsa. Un apasionado relato de testimonios de una juventud llena de ideales de justicia e igualdad, pero también de furia y de espanto. Es, por tanto, también una página de autocrítica y denuncia; y por ello tiene un sabor de “adiós a las armas”, de arreglo de cuentas con viejos demonios, aquellos que renunciaron a los principios de la política en favor del mito importado en aquellos años. Una crítica hacia quienes en lugar de la política construyeron una pequeña iglesia al servicio de una fe ciega, con su propia liturgia, que apelaba al secretismo, a la desconfianza y a una obediencia exasperante. Y todo por alcanzar un cielo que parecía poderse coger con las manos y que en sus errores no hacía otra cosa que alejarse de ellas.

“Mamá, cuéntame otra vez”, a través de la protagonista–narradora, recorre también distintos espacios en la búsqueda de esa historia que quiere rescatar y que todavía se agita como una pesadilla bajo la piel de su madre; en lugares sumidos por el ocultismo clandestino de esa época brava. Así, la persecución del pasado va por sitios tan distintos como París, la ciudad luz, la tropical Habana y, sobre todo, nuestras montañas y nuestros llanos.

La Editorial Kipus publica “Mamá, cuéntame otra vez” y las anteriores novelas de la autora, algunas de las cuales fueron traducidas a otros idiomas. La novela abrió sus presentaciones, primero, en la Feria del Libro de Lima. Luego en la Feria Internacional del Libro de La Paz (donde fue la novela más vendida), en ambos casos fue presentada por Carlos Mesa. A continuación, Susana Seleme y Carlos Hugo Molina la presentaron en Santa Cruz. En los próximos días el evento tendrá lugar en Cochabamba.

La difusión de esta novela, que va por su segunda edición en dos meses, tiene que ver con aquella constante en el mundo literario: un buen libro es uno que tiene cosas interesantes que contar, y éste es el caso.





“Una crítica hacia quienes en lugar de la política construyeron una pequeña iglesia al servicio de una fe ciega, con su propia liturgia, que apelaba al secretismo, a la desconfianza y a una obediencia exasperante.”

jueves, septiembre 03, 2015

Amalia Decker : "En Teoponte encontraron la muerte,pero no la patria"

Esta es la cuarta novela de la narradora y periodista nacida en Cochabamba. Fue diputada en el 82


Mónica Salvatierra
msalvatierra@eldeber.com.bo

Es la cuarta novela de Amalia Decker, pero tal vez es la más personal de todas. Mamá, cuéntame otra vez relata, desde el presente, la historia de una mujer que se volvió guerrillera en la época de Teoponte y eso hizo que la escritora cochabambina exorcice los fantasmas que la habían acechado desde que leyó Teoponte, la otra guerrilla guevarista, el libro en el que Gustavo Rodríguez Ostria reconstruye ese sueño juvenil convertido en carnicería. Decker tenía 14 años, pero participó de ese alzamiento armado. Ahora vuelve a ese territorio a través de un relato de ficción. Su obra, presentado en la Feria de Lima, fue el más vendido de la Feria Internacional de La Paz y fue traído por la narradora y periodista a Santa Cruz.

¿Cómo decidió revisitar Teoponte?Es la historia del pasado reciente que tal vez la gente no conoce. Si le preguntas a un chico de 18 o 20 años por Teoponte, no te va a saber responder. Escribo esta novela por una obra de Gustavo Rodríguez Ostria, Teoponte. Es un gran trabajo de investigación en el que logró contactar a las familias de muchos o varios de los guerrilleros que murieron en Teoponte –entraron 70 y salieron ocho-.

Fui parte de la guerrilla en aquellos tiempos. Cuando leí la obra de Gustavo, sentí que me perseguían los fantasmas del pasado.

Fui parte de esa guerrilla y me pasaban una sucesión de imágenes difusas, por el tiempo que ha transcurrido, pero sentí que era una historia desconocida por la sociedad y por los que lideran un proceso de cambio, que deberían saber lo que hicieron estos jóvenes. Buscaban una sociedad más justa, quizá ilusamente pensaron que era posible una sociedad de iguales.

¿Por qué cree que la olvidaron?
Podría suponer que la gente que lidera un cambio puede recordar a esa gente, pero no es así. Lo único que ha quedado en pie de esa época es el ícono comercial del Che. Tú lo ves al Che por todos lados, en tazas, en sudaderas, en todo lo que pueda soportar su imagen.

Cuando me empezaron a perseguir los recuerdos que estaban archivados en mi memoria, pero no olvidados, comencé a darle vueltas y demoré mucho en tomar la decisión de escribir.

No es fácil desgarrarte el alma para recordar episodios que no fueron épicos.

Aunque cuando uno recuerda y dice guerrilla piensa en una épica. Ojo: es novela, no tiene rigor histórico, para nada. Hay ficción donde entra el amor, los sueños... La narradora es una muchachita de estos tiempos democráticos que se pregunta qué hizo su mamá en el pasado y le llama la atención que no le quiera contar. Permanentemente le dice: “Ma, cuéntame cómo es que te hiciste guerrillera”.

¿Cree que su novela tiene más valor al haber sido protagonista de Teoponte?Sí, pero no soy protagonista de la novela. Está protagonizada por mujeres, desde la narradora que es una muchacha joven. Quizá el instinto de género me vence a la hora de escribir.

¿Qué le ha permitido descubrir esta novela?Personalmente, desde hace mucho tiempo, desde que descubrí qué era pretender hacer una guerra sin haber vivido, descubrí que era pacifista. Entré a la guerrilla con 14 años.

A esa edad no sabía ni limpiarme la nariz. Lo que nos movía era la presencia del Che en Bolivia, que se convirtió en un ícono y dividió a la juventud en dos bandos. A mí me tocó estar del lado de los que hicieron la revolución bajo el lema de patria o muerte, estuve del lado de los que encontraron la muerte, pero no la patria. Después de un primer exilio empecé a conflictuarme con el método, con la guerra. En esencia, era una mujer de paz.

Luego del primer retorno, llego y me enfrento que es posible convivir en democracia. Fui candidata a diputada por una agrupación que decide decirle adiós a las armas, con el Movimiento Popular de Liberación Nacional. Salí diputada y mi llegada al parlamento termina por convertir a la guerrillera en una demócrata.

Cuesta ver a una chiquilla de 14 como guerrillera.

Sí. El nombre inicial de la novela era En la piel de mi madre y es un intento de poder entender a través de una muchacha de 24 años.

La protagonista cree que muchas de las cosas que va descubriendo rayaban en la locura, eran demenciales. Su madre le dice: “Es casi imposible que una muchacha como tú pueda entender por qué la gente se enrolaba en una guerrilla con el 90% de posibilidad de perecer en el camino”. Por una cuestión comercial cambié el nombre de mi novela.

Creía que la palabra piel, más allá de ser muy linda, está desgastada. Dormí, me levanté, me puse a hacer un queque, encendí el Spotify y sonó la canción Papá, cuéntame otra vez de ese guerrillero loco que murió en Bolivia. Y me presté el nombre

miércoles, septiembre 02, 2015

Vacaciones Permanentes (Remasterizado)

Vacaciones  Permanentes  (Remasterizado)



Por Mauricio Rodríguez Medrano


En 2003 no pude salir de Santa Cruz. Tenía 17 años y no sabía qué hacer. Viví dos meses en un alojamiento cerca del tercer anillo y por las tardes escuchaba a las cigarras y el ruido de la ciudad. Trabajaba en una chifa con un asiático al que le decían Chun Li. Tal vez Liliana Colanzi conoció al asiático y la chifa. Tal vez no. A veces la realidad imita a la literatura.
Vacaciones permanentes es furia, dolor, café y cigarrillos. Es una época (finales de los años 90) en que los jóvenes se sentían eternos y escuchaban rock y odiaban a sus padres y caminaban en círculos dentro del laberinto que es la vida. Es Kerouac y Allen Ginsberg (y cine europeo y cine asiático y cine americano).
Chun Li me señaló un diccionario en mi segundo mes de trabajo. Entendí que quería aprender español. Me dio un fajo de dinero y me empujó hacia la calle. Fui a la terminal para comprar un boleto a La Paz. Pero a último momento decidí no hacerlo. Pensé en mis padres. Pensé en Chun Li. También pensé en su cuchillo de matarife con el que sacaba las vísceras a los pollos. Y con el dinero compré películas clandestinas en una caseta de las Siete Calles. Así él aprendería español. Yo aprendí cine.
El vendedor me entregó un montón de películas pornográficas, pero me engañó. Las tapas eran de películas pornográficas, el contenido era mejor: películas independientes. Cuando leí Vacaciones permanentes (tercera edición) encontré un guiño u homenaje o robo a éstas películas. El título se debe a Vacaciones permanentes de Jim Jarmush. Varios personajes me recuerdan a las películas de Julia Solomonoff (Hermanas, El último verano de la Boyita).
Otros directores a quienes la autora debe mucho: Won Kar Wai (Happy Together, Chungking express, Fallen Angels), Kim Ki Duk (Ficción verdadera, Por amor o deseo), Pablo Trapero (El bonaerense, Mundo Grúa), todo Truffaut, incluyendo Los 400 golpes, todo la nouvelle vague: Jean Luc Godard, Jacques Rivette y asociados. Y el gran Bernardo Bertolucci. Incluso hay un poco de Fellini: Los inútiles. (Y cine europeo y cine asiático y cine americano).
Noté excesiva utilización de fuentes cinematográficas en sus cuentos (que no es un error por sí mismo, sino por su tratamiento). Algunos personajes clisé, trama predecible. Pero es notable de la autora que en algunos relatos pudo mostrar su pericia de escritora: 1997, El fin de semana estaré bien, Rezo por vos. También es necesario decir que es una voz diferente a lo acostumbrado en nuestra literatura: costumbrismo, sociología, antropología y política.
No cabe duda que Liliana Colanzi transita un buen camino. Está dentro de los mejores narradores bolivianos de nuestra época. Con Vacaciones permanentes uno redescubre que el ser humano es un adolescente eterno, que la madurez es un espejismo. Que la mayor parte del tiempo no sabemos qué hacer, pero los disimulamos, al igual que disimulamos el amor y el odio.
Gané lo suficiente para regresar a La Paz. Chun Li se despidió en la puerta del bus con un abrazo. "También regresaré a Taiwán”, me dijo en un español rudimentario. No se llamaba Chun Li, sino Kim Bum. "Antes iré a conocer la Patagonia”, dijo. "El fin del mundo”. Me coloqué los audífonos y cuando el bus partió escuché una canción del grupo de rock Ataque 77 (Liliana Colanzi tal vez también escuchó la misma canción cuando dejó Bolivia). Tal vez no fue así y todo es un homenaje al cine, a mi modo. También es un homenaje a una época que no volverá.

martes, septiembre 01, 2015

Rodrigo Urquiola Flores ganó el segundo lugar del concurso de cuentos y poesías Premio Cataratas 2015 en Brasil


Cuento de Rodrigo Urquiola gana premio en Brasil

El escritor boliviano Rodrigo Urquiola ganó el segundo lugar del Concurso  de Cuentos y Poesías  Prêmio Catarâtas 2015   por su obra  Mientras el viento en Brasil. El certamen es   convocado por la Fundación  Cultural del Municipio de  Foz de Iguazú (estado de Paraná).
"Es el relato de una familia que vive en Codavisa. Llueve y la mujer, que está con su hijito, recibe la visita de otra mujer que tiene otro hijo y descubre  que las vidas de ambas estaban entrelazadas por algo en común”, adelantó Urquiola.


El narrador  contó que el resultado del premio, en  el que el  brasileño Dênisson Padilha Filho sacó el primer lugar, se publicó ayer y  se enteró de él a través de un correo electrónico. "Es un premio reciente, está abierto tanto a  escritores en lengua española como en lengua portuguesa. Me enteré  mediante una página web, escritores.org, y decidí mandar. Lo que gané consiste en 1.000 reales (aproximadamente  2.000 bolivianos), la publicación y  la traducción. Además,  estaré en la Feria del Libro de Foz de Iguazú”, dijo  Urquiola, quien  participará en el encuentro el domingo 13 de septiembre.


Hace unos días, en agosto, Urquiola también logró una mención  en la decimocuarta edición del Premio Iberoamericano de Cuento Julio Cortázar con su obra El espantapájaros.


"Todo este mes (agosto), para mí, fue bastante loco. Primero con  (el accidente de)  mi papá. Después con lo del premio de cuento Julio Cortázar. La verdad es que no me la creo. Estoy como Joaquín Botero cuando tampoco se la cree que le estábamos ganando seis uno a la Argentina”, comentó.


Página Siete  / La Paz

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