domingo, noviembre 06, 2016

Gálvez y la mecánica del horror

Gálvez y la mecánica del horror


Por Oscar Díaz Arnau/ECOS




Esta entrevista se fue construyendo por tramos, en conversaciones informales, hasta que nos pusimos —más o menos— serios. Con el pesimista Miguel Ángel Gálvez, el chuquisaqueño autor de la novela La Caja Mecánica (Nuevo Milenio, 2001), que tuvo muy buena crítica, hablamos de cine, de política, de filosofía y últimamente, casi por compromiso, de literatura. La Caja Mecánica es una novela de horror, según su propia concepción, no de terror.
Hace poco conocí su “monasterio”, el pequeño apartamiento doble piso que lo mantiene aislado frente al Parque Bolívar, donde produce todas las mañanas y parte de las tardes. Como buen ermitaño, como todo “monje” (así se autodefine), allí se le escurren las horas sobrantes del día entre algún video —le gusta el cine extremo, las películas oscuras, de horror— y el estudio —la autoformación—, casi siempre en inglés y en una mini computadora conectada a internet; no es la vetusta que funciona, dice él, como máquina de escribir y en la que teclea rigurosamente a diario, hace 16 años, su segunda novela.


ECOS. ¿Cómo es Gálvez, el ermitaño?
Miguel Ángel Gálvez (MAG). Soy medio agorafóbico. Tengo fobia a los espacios abiertos y a la gente: fobia social.
ECOS. ¿Esto es nuevo?
MAG. No, siempre he tenido naturaleza hipersensible. El contacto con la gente para mí es abrumador, necesito dosificarlo. Esto se ha vuelto parte de mi filosofía: soy un pesimista, considero que la vida es esencialmente horrible. Un filósofo pesimista, Peter Wessel Zapffe, dijo: “Vive mejor el que vive menos”. Soy antidionisiaco, digamos. Para mí el mundo es un lugar horrible y mientras menos contacto tengas con él, mejor.
ECOS. ¿Cuándo descubriste que tienes el síndrome de Asperger?
MAG. Este año. Había oído hablar del Asperger, (pero) nunca había visto el cuadro exacto ni cómo funcionaba. Mientras estudiaba psicología, uno de los temas importantes para mi literatura y mi pensamiento en general, hice unos tests y en todos salió que en efecto estaba muy metido.
ECOS. Psicología... ¿qué más? ¿Literatura?
MAG. Yo rara vez leo literatura, el 90 por ciento de lo que leo es filosofía, psicología y política.
ECOS. Y la mayoría en inglés, ¿por qué?
MAG. Uno, porque me interesan muchas corrientes actuales que no hay sido traducidas todavía, y dos, porque en la lengua española hay cierto sesgo, cierto tipo de pensamiento no ha explorado. La sensación que siempre he tenido es que en Sudamérica existe una marcada influencia marxista que afecta a todo, que hace que no se estudien otras líneas de pensamiento, que crea prejuicios. La mayoría de los escritores y filósofos reconocidos son de izquierdas. Pero, para mí el paradigma izquierda y derecha ya es obsoleto.
ECOS. ¿Cómo mides a la política entonces?
MAG. Estamos en un momento en el que se van→ →a abrir nuevos paradigmas para una realidad que ya no puede ser explicada por los modelos del siglo XIX. Yo, que soy un pesimista de la política, creo en la tesis del filósofo John Gray que dice que somos animales, como cualquier otro, y esto trae una consecuencia importante: no tenemos control sobre nuestro destino. Todas las ideologías políticas que hoy conocemos están movidas por una idea optimista: de que podemos controlar el destino, de que podemos crear un mundo mejor, en otras palabras, de que podemos llegar a la utopía, crear un mundo a nuestra imagen y semejanza. Y muchas de nuestras ideas políticas tienen su fuente en las religiones. La idea del progreso tiene mucho de cristiano, la idea de que vamos a trascender este mundo para llegar a uno mejor. Es la secularización de una idea religiosa; pero no por eso deja de ser una superstición.
ECOS. ¿Cuál es tu relación con Dios?
MAG. Hostil (le sale una risa sardónica), y eso es un aspecto para mí definitorio. Me considero, antes que ateo, un 'satanista filosófico'. Creo que Dios es maligno.
ECOS. ¿Por qué?
MAG. Es una de las razones por las que admiro tanto a Lovecraft; si bien él tenía muchos defectos como escritor, creo que fue un gran profeta. Cthulhu no es un demonio, sino un Dios. El cosmos, para Lovecraft, está regido por el caos. En él la realidad última no es el orden, sino el caos. Eso, a mi forma de ver, es extraordinariamente profundo.
ECOS. ¿Tu nueva novela va por ahí?
MAG. Estos temas son el corazón del nuevo texto. Si tuviera que definirlo con una sola palabra yo diría “disteísmo” o, mejor todavía, “satanización”, que son dos puntos de vista sobre una misma cosa.
ECOS. La Caja Mecánica te tomó tres años. Llevas 16 con esta y no la terminas. ¿Por qué?
MAG. La razón es porque no quería repetirme, no quería hacer un proyecto similar sino todo lo contrario. La buena literatura nace de un proceso de autodescubrimiento: cuando llegas a un punto seguro, donde estás repitiendo lo que ya tienes, tu literatura se rebaja. Si quieres hacer algo de valor, tienes que siempre ir más allá. La buena literatura, para mí, nace de esta voluntad de ir más allá.
En La Caja, el desafío era concentrarlo todo en un tema simple, crear esta historia que tuviera básicamente un solo personaje en un solo ambiente y que el universo entero quedara atrapado en la órbita de este objeto. Cuando llegó el momento de la segunda novela mi desafío fue hacer lo contrario, retratar el universo tal como yo lo veo.
ECOS. ¿Y en qué punto estás?
MAG. Estoy muy cerca del final. Tengo la estructura, las ideas articuladas excepto un par de elementos que van a ser solucionados. Sé que me falta poco, pero no me atrevo a poner fechas. Goethe escribió el Fausto en 40 años, tengo tiempo (aclara que lo dice en broma y se ríe). Yo no creo en mi talento, creo en mi trabajo. Nada peor para un artista que la arrogancia; mis peores textos nacieron de la vanidad. Cuando esto salga, valdrá la pena leerse.
ECOS. Que no sueltes tu novela después de tanto tiempo revela otro rasgo de tu personalidad: el perfeccionismo.
MAG. El perfeccionismo es un rasgo del Asperger, por cierto (ríe nerviosamente). Es algo que no puedo controlar.
ECOS. Y es un distintivo de tu escuela, de las enseñanzas del viejo Jorge Suárez. ¿Tuviste otro maestro?
MAG. No, en literatura no. Suárez nos ha enseñado el rigor; ese fue el corazón de su enseñanza. Yo no creo en una literatura de inspiración sino en la rigidez, en la estructura, en ver el texto como un juego de ajedrez, como una ecuación matemática. Sé que esto no es así para todos los escritores, pero yo no puedo escribir de otra manera.
En ese sentido, las lecciones de Suárez fueron fundamentales: nunca me he apartado de ellas. De hecho, me ha pasado lo contrario y con el tiempo he llegado a aceptar cosas con las que no estaba de acuerdo con él. Un ejemplo es Borges. En el taller (de cuento que dio en Sucre el escritor Jorge Suárez a fines de los 90), yo era un gran admirador de Borges porque lo consideraba un símbolo de esta perfección formal. Suárez no, él era más escéptico con Borges porque lo sentía frío, para él un escritor de primera línea tenía que tener vida. He llegado a la conclusión de que tiene razón. Eso, la 'vida', es algo que trato lograr en mis textos.
ECOS. ¿Cuál sería el modelo de esa perfección, de “literatura con vida”?
MAG. Creo que el ejemplo paradigmático de esto en la literatura sigue siendo Shakespeare, un hombre que podía hacerlo todo, que tenía los dos lados.
Una vez, fernet de por medio, hablamos de la inspiración y de la racionalidad, entonces le pregunté si su literatura se basaba en el trabajo, en la dedicación. “No en el trabajo, en las ideas. No me considero un escritor poético, porque mi literatura no nace del lenguaje sino de ideas. Las ideas, para mí, generan la historia. Borges decía que esto era muy peligroso, particularmente para los novelistas; lo normal es que los buenos novelistas partan de los personajes. Y es cierto, es algo peligroso, pero es un peligro del que estoy consciente y he aprendido a manejarlo. Yo podría reducir la literatura en: 'hacer que las ideas se vuelvan personajes'. Para Suárez, las ideas eran secundarias, su literatura no gira alrededor de las ideas sino sobre el lenguaje. Por eso él es, ante todo, un poeta que hace narrativa”.
ECOS. A Borges, sin embargo, te une Schopenhauer. ¿Qué te genera esta relación?
MAG. Borges no es realmente importante para mí, pese a que lo respeto mucho como crítico y analista; la parte que más me gusta de él son sus ensayos. Lo que me diferencia de Borges es que vemos también a Schopenhauer desde puntos de vista distintos. La parte que siempre comenta o rescata es su metafísica, la reflexión sobre la voluntad, que es la obsesión de Borges y es fría. Para mí la parte que más resalta de Schopenhauer es su pesimismo, su lado humano. Aun a través de su metafísica, él niega la racionalidad humana, hace una crítica devastadora de la vida que es incontestable: muestra el absurdo final de la vida y la idea de que la vida esencialmente no puede ser mejorada. Eso es lo que a mí me parece extraordinario de Schopenhauer, y eso no está presente en Borges.
ECOS. Y de Schopenhauer a Nietzsche hay un paso. ¿Por qué piensas que Nietzsche es un impostor?
MAG. Porque fue un paso atrás de Schopenhauer. Muchos lo ven como un sucesor de Schopenhauer, o como un alumno rebelde de este, pero lo que hace Nietzsche es dar un paso atrás porque no es capaz de asumir las consecuencias del pensamiento, del pesimismo de Schopenhauer; retrocede al optimismo y entonces crea sus pensamientos más ridículos, como la idea del superhombre.
ECOS. ¿Paralelamente a la novela estás escribiendo un tratado?
MAG. Lo estoy planeando, no he escrito nada todavía. Mi intención es hacer un tratado donde pueda explicar, en forma lógica, esas ideas que exploro en forma literaria en la novela. Hacerlo en forma sistemática.
La noche del fernet, Gálvez daba pistas de que tal vez no escribiría más después de la novela que lo tiene concentrado. En su monasterio (así llama a su departamento el autor de esta entrevista, no el entrevistado) dice estar convencido de que “nunca haré una novela más grande que esta, nunca una como esta. Sin embargo, creo que sí seguiré escribiendo porque esta misma novela me ha abierto los ojos sobre otros temas que son para mí importantes, aunque secundarios a este tema central”.
ECOS. ¿Cuál es, desde tu punto de vista, la diferencia entre el terror y el horror?
MAG. Es una diferencia entre metas y medios. Para mí el terror es un género literario cuya meta es causar miedo, shock, impresión negativa. Esa es la meta del texto y por eso el terror es siempre escapista, porque en realidad es un género efectista: como subirte a una montaña rusa, buscas causar una impresión nada más. Requiere su arte, pero es escapista.
El horror, en cambio, usa este lado negativo de la sensibilidad humana, el asco, lo atroz, para mostrarnos la vida misma. En este caso es un medio; o sea, se usa el terror para hablar de la vida, usamos el mismo “miedo”, es difícil encontrar un sinónimo para el horror, es como cuando uno ve un atropellado en la calle… “Espanto” podría ser, usamos este lado horrendo de la sensibilidad para mostrar una verdad profunda de la vida. Por eso el horror es siempre arte, no escapismo. Es alto arte y Edgar Alan Poe, para mí, su máximo exponente. Por otro lado, como soy pesimista, considero que la realidad última de la vida es el horror.
ECOS. En La Caja abordas el tema de la paranoia. ¿Qué es la locura para vos?
MAG. Algo que va más allá de lo clínico. Para mí la locura revela un aspecto metafísico.
ECOS. Viviste siempre a unos pasos del manicomio, del famoso Pacheco. ¿Te influyó para escribir?
MAG. No, ese aspecto nunca tuvo importancia porque siempre construyo mi literatura a partir de mí mismo. Creo a los personajes dentro de mí, los hago funcionar dentro de mí y ahí los comprendo. En cierto modo conocer a otras personas o ver realidades externas, a mí, me distrae. No aprendo de mi entorno, soy un introvertido puro.
De Arturo, el personaje central de La Caja Mecánica, dice que a la hora de concebirlo fue importante “la relación entre los salvadores y los monstruos”. Luego, traslada esto a la ideología, a la política que tanto le apasiona: “es justamente lo que vemos en todas las revoluciones fracasadas, que se hacen ‘en nombre de la liberación del pueblo’ y al final terminan en formas más terribles de opresión”.
ECOS. ¿Qué va a pasar si gana Trump?
MAG. Que Dios no lo permita. Aunque, como Dios es malvado (sarcástico, vuelve a reírse) ya lo ha permitido varias veces (prolonga la risa).
ECOS. ¿Agazzi quería llevar tu novela al cine?
MAG. Sí, Paolo Agazzi se contactó conmigo, me dijo que tenía interés en hacer La Caja; eso fue hace más o menos dos años. Charlamos varias veces del asunto, me llegó a mostrar un bosquejo de guion. Me gustó leerlo, porque respeto a Agazzi como cinesta, pero no he vuelto a saber de él.
ECOS. ¿Qué importancia tiene el cine para vos?
MAG. Soy un cinéfilo. Antes que la literatura, mi primer arte fue el cine. Con el cine comprendí la estructura, el equilibrio, los personajes; es decir, es el primer arte que aprendí a analizar. Muchas películas han tenido más influencia en mí que los libros.
ECOS. ¿Cuáles, por ejemplo?
MAG. (Se entusiasma) ¡Ah!, mi favorito es el cine extremo, el cine de horror, como yo defino el horror. Por ejemplo, una película que admiro se llama Irreversible, de Gaspar Noé; otra, Old Boy, del coreano Chan-Wook Park; otra, Mártires, de Pascal Laugier. Soy un gran admirador de Alejandro Jodorowsky, de Mamoru Oshii (director de animación japonesa), uno de los cineastas más inteligentes desde Kubrick.
ECOS. ¿Y algún novelista?
MAG. Admiro —y él sí tiene una influencia importante en mi literatura— a Jonathan Swift; para mí, el más grande novelista. De alguna manera diría que los Viajes de Gulliver son el principal referente de mi nueva novela. Quisiera hacer un texto que fuera la continuación de los Viajes de Gulliver. Esa sería mi ambición.
Siguiendo con sus gustos, Gálvez era fanático del fútbol, pero prometió no ver nunca más un partido cuando su selección preferida, Inglaterra, cayó derrotada por Brasil en cuartos de Corea-Japón 2002. “Soy un anglófilo (lo dice casi con resignación), en eso creo que también me parezco a Borges. Yo siempre cumplo con mi palabra”.
Y la cumplió. Hace 14 años que no ve un partido de fútbol. Cambió de deporte: sigue por TV al béisbol, al fútbol americano y al boxeo. Y a propósito, sobre “Mano de Piedra” Durán y Sugar Ray Leonard se ha formado una teoría, en una relación de 'piedra, papel y tijera' entre tres estilos de boxeo: “el in-figther domina al out-fighter, el out-fighter domina al brawler y el brawler domina al in-figther”, siendo el panameño el brawler y el estadounidense, el out-fighter. “Luchó (Mano de Piedra) contra uno de los mejores out-fighters de la historia, el segundo después de Mohamed Ali, teniendo el estilo para perder y ganó. ¡Es un triunfo extraordinario!”.
Pero su favorito de todos los tiempos es Marvin “Maravilla” Hagler.
ECOS. ¿Tu nueva novela es también de horror?
MAG. Es de ciencia ficción. Puntualmente, una forma de ciberpunk; después del horror, quizá mi género preferido. Lo vi definido con una frase: “Hight tech, low life” (alta tecnología, baja vida). Está en películas como Blade Runner o Ghost in the Shel, de Masamune Shirow, la mejor de ciberpunk que he visto. Mi nueva novela no es de horror, es un texto maldito y pertenece al ciberpunk, que es un subgénero de ciencia ficción definido por el pesimismo, en el que el avance tecnológico no puede crear un mundo mejor.
ECOS. ¿Eso piensas?
MAG. Sí.
ECOS. Esto te emparenta con los ecologistas.
MAG. Sí, yo tengo una gran simpatía por los ecologistas.
ECOS. ¿Tiene algo que ver con tu devoción por el antinatalismo?
MAG. Sí, de hecho apoyo al VHEMT, un movimiento ecologista que aboga por la extinción humana voluntaria, absteniéndose de la reproducción. Considero que traer hijos al mundo es el peor crimen que alguien puede cometer. Porque crear vida es crear sufrimiento.
ECOS. ¿La caja existe, físicamente?
MAG. No. Pero existe (se ríe a su manera, con algo de personaje de horror). •

1 Comments:

Blogger Claudia Leslie Aguilar said...

Para una optimista como yo, ha sido muy interesante leer esta entrevista, donde existe un punto de vista humano y una filosofía de vida que valorar. Aunque no lo comparto completamente, me impactó el pensamiento sobre la reproducción y los hijos. Mis mejores deseos para llegar rápidamente a la culminación de la novela, ya quiero leerla.

3:08 a.m.  

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